Escenarios, 37
Salió un explorador de su cueva dispuesto a descubrir la desnudez de los colores. Fuera también era de noche. Amparado en la oscuridad que nacía de sus ojos, buscaba la sinfonía de una linterna para cantar un himno a la nada. La última tecnología corrió en su ayuda a tanta velocidad que se pasó de punto por unos momentos. Después ocurrieron muchas cosas, algunas comprensibles. Tropezó con la pantalla de sí mismo construida a base de ojos expectantes, de gargantas sin resuello, de narices obstruidas por la imaginación, de oídos aterrorizados por espantos no nacidos. En su búsqueda de emociones aún latentes tropezó con dos espectros de senos femeninos camino de la desaparición. Uno de ellos fue tomando cuerpo sobre el que los colores comenzaban a vestirse. El explorador averiguó los detalles de la operación. En el fondo, todo era un arrebato de intenciones sin especificar. Cuando supo que la segunda entidad femenina naufragaba entre los vapores del alcohol, pensó en iniciar un combate contra la muerte a pesar de que todavía no había amanecido. No lejos de allí reposaba un barco dispuesto a transportarlo al horizonte. Para ello era preciso naufragar en la desnudez. Se deslizó hacia unas aguas desprovistas de deseo y navegó durante noches y noches atravesando los recodos de su sombra. Cuando iba a completar su periplo tuvo conciencia de que llegar a un puerto inhóspito no significaba haber alcanzado el destino deseado. Por ello desistió y se avino a ser embalsamado sin disfraces. Los espectros siguieron su rumbo intentando recordar que no había memoria. Cuando comenzaba a amanecer, los espectadores seguían cavilando sobre la impenetrabilidad del caos.
Estos apuntes no figuran en la tarjeta de presentación del espectáculo ‘Liberación mediante la comprensión en el estado intermedio‘ que ha presentado la compañía jiennense Teatro Xtremo el pasado fin de semana en el zaragozano Teatro de la Estación. Sin embargo, se autoriza su reproducción, en todo o en parte, a quien lo desee. Completaría el que ofrece la mencionada tarjeta, que describe bastante mejor el contenido externo del espectáculo. Dice así: «Básicamente, cuando mueres tu espíritu abandona el cuerpo; en realidad en un primer momento puedes ver toda tu vida reflejada en un espejo mágico. Entonces empiezas flotando como un fantasma, puedes ver todo lo que ocurre a su alrededor, se puede oír todo, pero no te puedes comunicar. Entonces verás luces, luces de todos los colores; estas luces son las puertas que te lanzan a otros planos de la existencia, pero a la mayoría de la gente le gusta tanto este mundo que no quieren ser llevados, así que todo el asunto se convierte en un mal viaje y la única manera de salir es conseguir reencarnarse». Estupendo resumen de la filosofía que contiene el Libro Tibetano de los Muertos. Otro texto promocional del espectáculo explica que “es un clásico de la sabiduría budista, un profundo mensaje sobre el arte de morir y de vivir”.
La propuesta de Teatro Xtremo transita entre la escena, la plástica, la música y la informática, constituyendo una estupenda muestra de la vanguardia escénica multimedia.
Luisa Torregrosa, Diana Lucena y Ricardo Campelo, que también dirige el espectáculo, realizaron una minuciosa descripción de lo indescriptible, dejando a los espectadores en profunda cavilación sobre cómo desarrollarían su búsqueda personal en el exterior de la cueva cuando llegara el inevitable momento.