Escenarios, 88
‘Ášltima transmisión’, la obra representada el pasado fin de semana en el zaragozano Teatro del Mercado, se anuncia como una creación joven repleta de interés y actualidad, cercana a la ciencia-ficción, en la que los espectadores pueden llegar a identificarse con el protagonista, un superviviente de alguna catástrofe, en algún lugar y en algún momento impreciso que puede ejemplificar cualquier episodio del pasado reciente o del futuro impredecible, tal como están los tiempos.
El sótano desordenado de un edificio en ruinas es el marco en el que se desarrolla la acción. Un superviviente ha encontrado una emisora de radioaficionado que aún funciona y a través de ella trata de entrar en contacto con alguna persona que esté también conectada. Tras unos intentos fallidos, consigue ponerse al habla con alguien que progresivamente se corporeiza mediante proyecciones audiovisuales que van enmarcando el desastre y definiendo la personalidad de ambos sujetos, el fugitivo presente físicamente en el escenario y la mujer -al parecer una hermana a la que ha abandonado- que sufre también las consecuencias del caos.
En medio queda la incógnita de la familia que ha precedido al fugitivo en aquel sótano, y que ha plasmado en un cuaderno las impresiones diarias, que parecen coincidir con las vivencias del propio protagonista. El juego de identificación y duplicación está bien planteado y abre el argumento a unos horizontes sociales imprecisos, pero amenazadores.
La obra recurre a los nuevos lenguajes escénicos que utilizan la videocreación y los efectos sonoros para motivar al espectador e involucrarlo en la acción.
‘Ášltima transición’ lo consigue a medias porque en su intento de combatir la rutina -uno de los empeños del protagonista para superar el día a día- llega a caer en esa misma rutina, reiterando situaciones ya vividas y asumidas por el público.
Los autores del texto original, los hermanos Enrique y Yeray Bazo, el actor presente, Raúl Escudero, la actriz virtual, Margarita del Hoyo, y el director Diego Palacio consiguen crear un ambiente angustioso en la primera parte del espectáculo, que en la segunda se va diluyendo por las reiteraciones aludidas y por cierta incoherencia en la actitud del protagonista al abandonar el recinto y retornar luego sin explicar suficientemente razones y sensaciones. Aunque ciertamente todo es una sinrazón en ese caos posiblemente universal.
El trabajo actoral es intenso y preciso, la sonorización escénica muy adecuada y el resultado final aceptable, sobre todo por cuanto quedan planteadas muchas incógnitas sobre la dinámica vital y social que nos envuelve, que incluso nos acosa.