Escenarios, 77
Una España imaginaria y antigua es el marco de la obra ‘El lenguaje de tus ojos o el príncipe travestido’, de Pierre de Marivaux, que se ha ofrecido en el Teatro Principal de Zaragoza el pasado fin de semana, tras un brillante recorrido por diferentes escenarios españoles.
Se trata de una comedia de enredo, el estilo más socorrido en el teatro francés de hace dos siglos, con ribetes de posible tragedia, pero con un final acomodaticio.
Esta producción de la compañía Teatro de la Danza ha sido dirigida por Amelia Ochandiano e interpretada por Cristina Castaño, como la princesa de Barcelona, Rebeca Valls, como Hortensia, Jacobo Dicenta, como Arlequín, Iker Lastra, en el papel de el Lelio, el príncipe disfrazado – mejor que travestido–, Juan Gea, como Federico y Beatriz Bergamín como Luisita.
La trama presenta a la princesa de Barcelona enamorada de Lelio, un hombre misterioso a quien tiene contratado como jefe del ejército, a su vez enamorado de Hortensia, la confidente de la princesa. Esta tiene que cumplir el protocolo de casarse con un príncipe, lo que la sitúa en un dilema difícil de resolver. Arlequín, criado de Lelio, juega con todos los personajes, implicando al consejero Federico en una maniobra que trata de parar los manejos cortesanos del mismo. El enredo está servido y a través de episodios divertidos, con su pizca de ironía y crítica social, se llega a un desenlace que a todos satisface.
No es difícil realizar un trasunto al momento actual, tanto desde las perspectivas principesca y cortesana como en cuanto a la situación que se intuye detrás de las intrigas de palacio. La opacidad, la mentira, el simulacro, el oportunismo, la trampa y la falta de dignidad están tan presentes en la vida actual que apenas cuesta esfuerzo la transferencia cronológica.
Como ha comentado la directora del espectáculo, la obra de Marivaux tiene un doble enfoque que resulta fascinante. Por un lado nos induce al juego, a la fiesta, a la comedia y al enredo, pero también a la parte más oscura, cruel y miserable de nosotros mismos, aunque en todo momento quede un resquicio para la ternura y la dignidad.
“Mi intencioÌn –añade Amelia Ochandiano– seriÌa poder trasmitir ese escalofriÌo que te provocan los claÌsicos cuando, a pesar del tiempo trascurrido desde que fueron concebidos, siguen hablando al hombre contemporaÌneo, trascienden en el tiempo y nos hablan de nuestro diÌa a diÌa, de nuestra esencia, de lo que perdura y perduraraÌ a traveÌs de los tiempos”.
La interpretación de los actores fue un tanto desigual, destacando en positivo Juan Gea, Jacobo Dicenta y Rebeca Valls.
Escenografía sencilla pero eficaz, que consigue crear un espacio indefinido pero sugerente, un lugar en medio de ninguna parte donde todo es posible. La banda sonora, con pasodobles, música de zarzuela y obras de Juan Sebastián Bach subraya con acierto la acción.
Estuvieron bien concebidos y desarrollados los interludios entre los tres actos.