Vivimos tiempos de cambio,
tiempos de desesperadas sensaciones.
Momentos en los que los vividos fueron mejores
y los muertos mucho peores.
El azar, dueño de uno mismo,
el tiempo infatigable
la aurora danza a contratiempo
y la alondra vuela,
el cuervo ame.
El fuego de uno mismo, su mismo tormento.
Algunos son páramos del ayer,
cuando el tiempo fue, quizá dicha, quizá suerte,
y nobles tormentos al renacer.
Vivimos tiempo de cambio y de dicha perpetua
para los que aúllan a la madrugada.
Son momentos infatigables
con sencillos sentimientos incesantes.