Soy Tierra que camina
Y el cacique indígena, poco antes de ser conducido a la hoguera, acusado de conspirar por buscar la libertad de su pueblo, dijo: “Soy Tierra que camina, la cáscara de la semilla está presa, pero el germen vital permanece libre y está dispuesto a seguir volando”. Y mirando a lo lejos, exclamó: “Me voy a las estrellas, pero volveré pronto. Los indios siempre volvemos. Me voy pero me quedo en todo lo que hice, en todos los que amé y en la huella invisible del tiempo, por donde, en forma de tierra, caminamos rumbo a la eternidad”.
Así habla Chamalú, el indio que dirige “Janajpacha”, una comunidad ecochamánica en Bolivia:
“Y si tuviera un instante más de vida haría lo mismo. Viviría como indígena lúcido enamorado de la plenitud, viajaría por todo el mundo compartiendo la felicidad descubierta, sorprendería, conmocionaría y, desde la cima de la rebeldía, gritaría: “¡Elegí vivir, hermanos!”
“Soy indio. No sirvo para vivir de rodillas. Mis antepasados, cuando perdían su libertad, preferían morirse”.
“Mi alma indígena transita descalza por los senderos de un mundo moderno asfaltado de hipocresía y miedo, más aprendí a hacer de los problemas mis maestros. Lo que a la otra gente le hace sufrir para mí se convierte en luces para el camino”.
“El tiempo se enfada cuando lo malgasto, por ello elegí vivir un día cada día, dejo que la plenitud me seduzca. Permanezco atento al instante, en él un día descubrí la eternidad”.
“Y continúo navegando en la canoa del éxtasis por el turbulento río del tiempo, un río lleno de pirañas y caníbales. El secreto para mantenerme a flote es que yo no pido, yo doy”.
“El silencio es mi palabra, la Tierra es mi madre”.
“Y desde que renuncié a la cordura, la libertad anidó en mi corazón y volamos juntos. Mi único compromiso es con la libertad, realizado en el templo de la conciencia, entre los abuelos y los niños de un futuro diferente. Viviré hasta el último día; mi última mirada en forma de suspiro le dirá a tu corazón: Vive”.