La primera vez que entré en una redacción propia de un periódico digital me vino a la cabeza una imagen muy famosa de Bud Spencer y Terence Hill peleándose por un cochecito rojo de carreras; una de las secuencias más famosas de “Y si no, nos enfadamos”. El argumento del “film” no puede ser más sencillo, como la película. Tras empatar la pareja cómica en una carrera, ganan el disputado cochecito entre los dos, lo que hace que posean los mismos derechos sobre él. Aunque la convivencia en un principio es pacífica pronto surgen grandes disputas por su uso, el espacio de tiempo que les corresponde conducirlo…
Similar batalla, diría yo, es la que cada día se juega en los infinitos espacios digitales. Mientras los tipos, delgados, gordos, con sombrero y bastón, o “sans serif”, cargados de fantasía, sencillos y regordetes, se juegan “el tipo” por agruparse en palabras que narren lo sucedido, los iconos, grotescos, en primeros planos, o incluso detalle, se abren paso para ocupar los primeros puestos y acaparar la atención de ese lector que tras un simple “click” ha quedado preso en sus redes por unos segundos. A veces, ni unas décimas. “No hay tiempo”. Los tipos y las fotografías realizan la misma carrera. Ambos quieren ganar ese cochecito, necesitan ese vehículo, ese espacio protagonista que los ojos del lector recorren a vertiginosas velocidades.
La pregunta que nos asalta es, ¿quién va primero? ¿Vale una imagen más que mil palabras? Y mientras pelean los tipos con las fotografías no se dan cuenta de que son ellos los vehículos de la realidad. Esa realidad captada por un objetivo, por un bolígrafo veloz sobre el papel… Pero la realidad al fin y al cabo. La misma. Y llega un día en que comprenden que lo importante no es quién gana la carrera, sino quién transmite con mayor eficacia ese mensaje que miles de personas esperan al otro lado de la pantalla. Y entonces, como Bud Spencer y Terence Hill, consiguen cada uno un coche nuevo, su espacio protagonista complementándose a la perfección.
