Escenarios, 35
Hace cinco siglos se reunieron cinco dramaturgos, entre ellos William Shakespeare, para narrar ciertos episodios de la convulsa época que coincidió con el reinado en Inglaterra de Enrique VIII. El argumento tenía como protagonista al lord canciller del reino, Tomás Moro, quien después de haber gozado de la confianza plena del soberano fue su víctima por negarse a firmar el Acta de Supremacía que convertía al rey en cabeza visible de la Iglesia Anglicana y le permitía divorciarse de Catalina de Aragón.
El Teatro Principal de Zaragoza ha puesto en escena durante el pasado fin de semana ‘Tomás Moro, una Utopía’, pieza del mencionado origen colectivo que fue rescatada en el verano de 2004 por la Royal Shakespeare Company y que, en un montaje producido por la Universidad Internacional de La Rioja, está recorriendo España desde mediados del pasado septiembre, en una gira que acabará en Barcelona el próximo mes de marzo.
La adaptación de Ignacio García May, bajo la dirección de Tamzin Townsend, con José Luis Patiño como protagonista, ofrece un resultado convincente en el que se han combinado los principales elementos que configuran la personalidad de Tomás Moro. Su retrato como dignatario real capaz de dialogar y de entenderse con el pueblo, sin renunciar a su autoridad pero manteniendo el sentido del humor y el sarcasmo, aun en situaciones muy comprometidas, está perfectamente conseguido. Lo único que queda un tanto eclipsado es el proceso dialéctico que supuso su enfrentamiento con la arbitraria disposición del monarca. Seguramente era algo por demás sabido para los autores del texto original, y conocido en detalle por sus contemporáneos, dado que la pieza se escribió poco después de haber acaecido los sucesos que condujeron a la muerte a Tomás Moro.
Sin que el texto pretenda ningún didactismo, se desprende de él una profunda reflexión sobre la fidelidad a los principios morales de un servidor público y sobre el triunfo de la conciencia por encima de los intereses personales, gran lección en cualquier momento histórico y de gran provecho para quienes gobiernan en la actualidad, si fuesen capaces por unos instantes de detenerse a pensar.
El dinamismo en el montaje de la pieza, la precisión rítmica de las escenas, la fuerza expresiva de los personajes y la versatilidad de varios de ellos, notablemente la de Ángel Ruiz, que desempeña el papel de historiador y se desdobla cuando es preciso en diferentes caracteres, añadido todo ello a la iluminación, el vestuario y los efectos audiovisuales, hacen que el empeño puesto en pie por Ignacio Amestoy, director de UNIR Teatro, y sus colaboradores alcance cotas de excelencia.