Estremecedora cinta biográfica sobre algunos eventos y parte de la obra musical de Piotr llich Chaikovski. Cuyo enfoque es su matrimonio con Antonina Miliukova, quien sufre un grave trastorno de hipersexualidad, y que en realidad dicha unión es una fachada para ocultar su ferviente orientación homosexual y conservar su creciente reputación en los grandes círculos, sobre todo ante su principal mecenas, la empresaria Nadezhda von Meck. Sin embargo todo esto resulta en una perpetua agonía al reprimir sus anhelos, por lo que tarde o temprano habrá desoladoras consecuencias.
Ante todo es una absoluta experiencia exuberante y extravagante. Un relato tan potente y contundente como algunas de las piezas musicales del compositor, donde encajan con minuciosa precisión en las escenas tan cuidadas.
Se toma libertades, diría bastantes, con varios sucesos de su vida a favor de las inquietudes de Ken Russell, su director, sobre la sexualidad, el autoengaño, la represión interna y el deterioro del ser; todo ello frente a la inherente tragedia en medio de los exiguos sabores del acontecer humano.
En contraste a las hermosas imágenes, de magnifica construcción y ejecución, encontramos personajes azotados por su endeble sensibilidad y trastornos, pero de comportamientos cuestionables, a veces grotescos. Tomando decisiones cercanas y con motivaciones creíbles, quizás demasiado humanas; tanto que pueden repeler, pues generalmente el espectador medio no gusta de ver dualidades e incluso fisuras como las suyas. Condición humana en un envoltorio tan idílico y visceral a la vez.
Lo sobresaliente en la mirada de Russell es captar y transmitir la ambigÁ¼edad de sus escenas con extraordinario dominio del lenguaje, aun refrescante para nuestra actualidad donde predomina lo estático en la narrativa visual y las complacencias; es casi hipnótico dejarnos guiar por secuencias tan dinámicas y concretas. Recursos orgánicos como planos o travelings con cámara al hombro, a la par de instantes de ensoñación montados en un timing preciso, generan un trayecto emocional potente que podemos seguir sin problemas; plasmando sensaciones e ideas casi prescindiendo del dialogo en ocasiones, y solo surge cuando es necesario.
Con todo el despliegue descrito, se desarrolla una coherente oscilación entre la brutal realidad y los creativos destellos de la fantasía, muy fértiles en confrontaciones psicoanalíticas, casi Freudianas. Imposible olvidar momentos como el primer concierto de Chaikovski en el conservatorio, con los pensamientos de los seres que ama mientras toca; o sumergirnos también hacia lo más agobiante de su tormento interior en aquella sobrecogedora alucinación de su madre muriendo de cólera en un baño, y luego confundirla con una muchacha bañándose en una tina; sin olvidar en lo terrenal esa asfixiante escena del tren en movimiento con su esposa, salida de una real pesadilla. Todos fragmentos cruciales de una psique deteriorada en sus matices, progreso y deconstrucción hasta una autodestrucción sustentada. En otras palabras, ofrece un panorama nihilista genuino y valido.
Es propensa al melodrama sobrecargado –algunos histrionismos en las actuaciones se perciben afectados-, aunque en contadas ocasiones preserva cierto balance en ese desfase, de acuerdo al tono general que pretende Russell. Además en sus llamativas explosiones visuales, contiene sutilezas en actos y miradas; por lo que a mí respecta es cine en estado puro. Muestra sin paliativos y comunica de manera efectiva sus intenciones como historia, en sincronía con las obsesiones de su autor.
Una obra honesta y sincera consigo misma en armonía con sus virtudes técnicas; confronta y cuestiona, allí cumple su objetivo.