Perdóname por no ser como la gran mayoría,
por escribir en folios que no pueden
volver a mirarse a la cara, si se entrentan
versos felices y tristes que ahora espantas.
No sé en qué me he convertido, puede que
en un dependiente de sueños o
en un experto en construir castillos de ilusiones,
cuando ahora pesan más que el aire de mis pulmones.
Por ahí comentan, que tras la sucesión de hechos negativos,
siempre vuelve la bondad en su máximo esplendor,
sin máximas que condicionen mi mirada y la tuya,
que forman una sola, ahora, sólo cierra tu ventana.
Déjame verte en la cruel calle y temprana ciudad,
que añora nuestras almas juntas y difusas,
desnudas y llenas, lejos del vacío y del frío,
sin más conjunciones que apuntalo en este verso.
© Roberto Zarco.
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