La Declaración Universal de Derechos Humanos cumple 60 años. Pero hoy, aún se infligen torturas en 81 países, en 54 se producen juicios sin las garantías debidas y al menos en 77 no se permite la libertad de expresión.
“La injusticia, la desigualdad y la impunidad son hoy las marcas distintivas de nuestro mundo”, declaró Irene Khan, secretaria general de Amnistía Internacional al presentar el Informe 2008 sobre El Estado de los Derechos Humanos en el mundo. Los gobiernos del planeta se enfrentan a un doble desafío: el de pedir disculpas por 60 años de fracasos en derechos humanos y el de renovar su compromiso para conseguir mejoras concretas. Aún existe un abismo entre lo que se dice y lo que se hace, entre las normas y su aplicación.
En 1948 la Declaración Universal de Derechos Humanos recogía las promesas de los pueblos del mundo. ‘Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derechos’ decía en su artículo primero. Pero la realidad es que en la primera mitad de 2007, en Egipto murieron cerca de 250 mujeres a causa de la violencia doméstica. El derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona se ha visto conculcado cuando el pasado año 1.252 personas fueron ejecutadas por sus Estados en 24 países distintos.
Se han documentado en el informe casos de tortura y tratos crueles, inhumanos y degradantes en más de 80 países. En 23 países existen leyes que discriminan a las mujeres, y al menos en 15 hay leyes que discriminan a los inmigrantes. Al final de 2007 había más de 600 personas detenidas sin cargos, juicio o revisión judicial de su detención en la base aérea estadounidense de Bagram, en Afganistán, y 25.000 permanecían retenidas por la Fuerza Multinacional en Irak.
En Guantánamo se ha recluido a alrededor de 800 personas desde que se abriera ese centro en 2002, y según constata Amnistía Internacional, en 2008 siguen allí recluidas 270 personas sin cargos o sin el debido proceso legal.
La libertad de pensamiento, de conciencia y de religión no se ejerce plenamente; en 45 países sigue habiendo presos de conciencia. Tampoco la libertad de expresión y de prensa, pues aún hoy se restringe ese derecho en la realidad de 77 países.
“Los más poderosos son quienes tienen que predicar con el ejemplo”, subrayó Khan. China tiene que cumplir las promesas en materia de derechos humanos que formuló en torno a los Juegos Olímpicos, permitir la libertad de expresión, y acabar con la práctica de la reeducación por el trabajo. Estados Unidos tiene que cerrar el campo de detención de Guantánamo, juzgar a los detenidos en procesos justos y rechazar el uso de la tortura y los malos tratos. Rusia tiene que mostrar mayor tolerancia hacia la disidencia política, y tolerancia cero hacia la impunidad por los abusos contra los derechos humanos en Chechenia.
De poco sirve reconocer los derechos humanos formalmente si después no se transforman en derechos sociales. En 1948 se proclamaba el derecho de toda persona a un nivel de vida adecuado para asegurar su salud y bienestar. Pero el 14% de la población de Malawi, en 2007, vivía con VIH/sida, y solo un 3% tenía acceso a medicamentos antirretrovirales gratuitos. Había 1 millón de niños y niñas huérfanos por muertes asociadas al VIH/sida.
Ante este 60 aniversario, debemos hacer realidad aquél sueño. “El año 2008 ofrece una oportunidad sin precedentes a los nuevos líderes que acceden al poder y a los países que emergen a la escena mundial para fijar nuevas orientaciones y rechazar las políticas y prácticas miopes que en los últimos años han hecho del mundo un lugar más peligroso y dividido,” afirmó la señora Khan.
Como dice Federico Mayor Zaragoza, ex-Director General de la UNESCO y Presidente de la Fundación Cultura de Paz, “Es el momento de rediseñar completamente el futuro. Lo estamos viendo en el fracaso estrepitoso de un sistema económico que se basaba en las leyes del mercado en lugar de hacerlo en los principios de justicia, libertad, igualdad y solidaridad. Ahora tenemos que pensar no sólo en el rescate de las instituciones financieras, sino sobre todo en el rescate de la gente más vulnerable”.
Es el momento de reivindicar los derechos humanos y ejercer el poder ciudadano, que en los escenarios del poder esté la gente, que podamos pasar de la imposición de la fuerza al diálogo, la conciliación y la comprensión del otro.
María José Atiénzar
Periodista