Cultura

Tres noches. Rubén Mettini Vilas. Odisea Editorial S.21. 2009

Tres noches. Rubén Mettini Vilas.

Tres noches. Rubén Mettini Vilas.

«Y así voy dejando gotas de saliva sobre el labio abierto en el muslo. Voy bebiendo las gotas que salen. Las trago con un sentimiento ambiguo, con algo de repugnancia y también con una aquiescencia inefable. Un gusto distinto a todos.

Si una boca está aquí para curarla, la herida dejará de sangrar. Voy a hacer una telaraña de piel con mi lengua». Página 90.

«Á‰l es incapaz de entrar en confidencias de su vida privada, simplemente constata hechos, compras, excursiones, reuniones, viajes. Parece que nació con el corazón metido allí entre los riñoles. Demasiado abajo para que sus sentimientos lleguen a su boca». Página 185.

Nos encontramos en este 2009 que agoniza ante la tercera novela (y la segunda con personajes homosexuales) en la que alguien pierde la memoria y la historia surge o se ve provocada por ese hecho. En este caso tardamos en averiguarlo (si nos ahorramos la sinopsis del libro). Lucas, dice el resumen de la contraportada, ha perdido los recuerdos de toda una vida. Para recuperarlos pasa tres noches en compañía de un Bello Durmiente llamado Álex. El planteamiento, desde luego, resulta prometedor.

Por otra parte lo más llamativo de la obra resulta su peculiar estructura. La novela constaría de 115 páginas, divididas en tres noches a forma de capítulos, a las que sigue lo que el personaje-falso autor ha llamado «Largo Epílogo». Si bien esos tres capítulos iniciales no se corresponden exactamente a la tradicional distribución en las obras de teatro: planteamiento, nudo y desenlace y a las normas de unidad de tiempo y lugar… se aproximan bastante. Lo que desconcierta es ese largo epílogo, donde se nos cuentan los secretos y misterios acontecidos anteriormente. Por lo mismo ese falso epílogo es, en realidad, parte de la misma esencia de la novela pues el autor es un personaje creado por Rubén Mettini Vilas a tal efecto.

La obra, que elude un sexo abierto y detallado en favor de un erotismo sutil en ocasiones como puede serlo la observación de un hermoso joven inocente, plantea diferencias con sus predecesoras en el premio y hasta cierto punto con la literatura homosexual actual (entendiéndose por tal, en un sentido muy amplio la escrita por homosexuales, o la protagonizada por ellos, o la dirigida a los mismos). No plantea una historia chico encuenta a chico sino de forma secundaria, y no tiene un protagonista sino tres que se reparten el peso de forma desigual pero son idénticamente de imprescindibles para dar sentido a la novela.

A pesar de todo, no evita caer en ciertos tópicos, que por otro lado parecen extendidos entre el colectivo: «La inquina del capitalismo fue llenarme los bolsillos de dinero… Comprenderéis que todo este confort mató al marxista que hubo en mí. Soy de izquierdas, sí. Aunque visto desde mis 25, soy un asqueroso burgués de 55 años». Página 136. También resulta algo tópica la diatriba contra la idea misma de la pareja, o relación estable, que se marca Sebastián durante el epílogo, aunque vaya seguida de una cierta debilidad por la historia de amor en ciernes…

Y si bien se echa de menos una contraréplica de ese tercer personaje fundamental que queda casi mudo y al que se condena a ser chico-florero (lo peor es su forma de admitirlo, de aceptar esa realidad de pareja del hombre de negocios que decide todo en la vida por él), la obra adquiere fuerza durante sus primeras ciento quince páginas de forma suficiente para que, elevada por el primer impulso, aproveche las corrientes de aire y consiga planear hasta el final con el acierto de contraponer dos personajes muy diferentes: un Lucas muy apocado, tímido y casero que escribe sobre su experiencia vital esas tres noches y un Sebastián social, alegre, entrometido y Celestina que explica, después de que han tenido lugar, los hechos, sus porqués y sus cómos.

En resumen una obra diferente que irrumpe en nuestras librerías de la mano del XI Premio Odisea, y que plantea, de nuevo, hasta qué punto el olvido puede sernos beneficioso durante un tiempo, pero significa la muerte a largo plazo porque, como suele decir mi madre: «Recordar es volver a vivir… aunque sea un poco».

 

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.