En el Pleno que el Ayuntamiento de Sevilla celebró la semana pasada se aprobó la concesión de la Medalla de Oro de la ciudad –concesión que se hará efectiva el día de San Fernando- a quienes enarbolaron por derecho la bandera del rock andaluz: TRIANA. Era ésta una vieja aspiración de la asociación “Hijos del Agobio”, nacida al calor de la música del trío, y que ya se puede sentir satisfecha en su petición puesto que Jesús, Eduardo y Juan José han pasao a engrosar el haz de esa luz especial que siempre ronda por la orillita del Guadalquivir. Yo creo que es lo mínimo que se merecen. Primero, por llevar a gala, puesto en la solapa constantemente, el lugar desde donde concibieron su más hermoso sueño. Y segundo, porque supieron darle expresión definitiva y explosionaron a nivel nacional lo que ya venía siendo un embrión con los Smash y Manuel Molina, algo que se denominó como rock andaluz.
Procedentes los tres miembros, Jesús de la Rosa, Eduardo Rodríguez y Juan José Palacios “Tele”, de distintos conjuntos punteros de los años 60, los Nuevos Tiempos, los Cray’s, los Jerry’s, los Soñadores, Gong o los Flexos, se unen en 1974 para grabar un sencillo con el título de Bulerías 5×8, que más adelante se convertiría en el famoso Recuerdos de una noche. Causaron tal sorpresa y asombro en los productores y managers, que se les propone el registro de un primer álbum, El patio, ante el que tanto la crítica como el público no tuvieron más remedio que rendirse. Sepan que El patio ha sido considerado por los especialistas como uno de los mejores discos de la historia del pop español. Canciones que lo integran como, Abre la puerta, En el lago o Sé de un lugar, siguen escuchándose en la radio como si por ellas no hubiera transcurrido el tiempo. En 1977 graban Hijos del agobio, con el que definitivamente pulen su estilo. Rumor o Señor Troncoso son composiciones que también se quedarán en la memoria. Vendrían después Sombra y luz, Un encuentro y Triana.
Estaban, sin duda, en la cúspide del éxito. Llenaban estadios y plazas de toros. Se respiraba Triana en todos los ámbitos musicales. Pero el 14 de octubre de 1983, la maldita carretera arrancó de cuajo la vida física de Jesús de la Rosa. Se conmocionó el pentagrama. Nadie quería dar crédito a lo ocurrido. Aparte de los fans, fueron innumerables los amigos que dejaba Jesús por todo el territorio. No en vano, su grandeza humana se correspondía con su estatura. Por diversas circunstancias, se quiso alargar un poco más la sombra del grupo con la creación de formaciones que no respondieron, ni mucho menos, a lo esperado… Y es que desde ese fatídico octubre del 83, ”El grande”, “El enano” y “El canijo”, como los llamaba cariñosamente Javier García-Pelayo, pasaron a formar parte de la leyenda musical de este país, bajo el glorioso nombre de TRIANA.
¿Te acuerdas tocayo de cuando compartíamos escenario en el Club Ye-Yé de Sevilla? Tú, a lo Jim Morrison, tu ídolo de por entonces y con los Nuevos Tiempos. Y yo, a lo Otis Redding, con los Keys, sentado en el muelle de la bahía… ¡Cuántos recuerdos, “Grande”, cuántos recuerdos! Y no, precisamente, de una noche, sino de muchas, de muchas noches. Por ello, me alegra comprobar que se os continúa queriendo y que las generaciones más jóvenes desgranan vuestras magníficas melodías con auténtico fervor. Y que un reconocimiento como el de esta semana ya os tocaba.
* http://jesusconde.blogspot.com