Ne me quitte pas, ne me quitte pas… Olvidarte no puedo, MarÃa Trinidad. ¿Abandonarte? Tampoco puedo. Al revés, te hago en el ParÃs de tus primeras andanzas, junto a Jacques Brel, Edith Piaf y la existencialista Juliette Greco. Con tu Guitarra a cuestas, confidente tuyo, tu compañera. Claro que, con tu Tercer amor todo pasó tan de soslayo que “su piel y mi piel nunca se llevaron bienâ€. Y es que tú, de los de dentro, proclamas a los cuatro vientos que El alma no venderé. Que lo llevaste a cabo, me consta. Te quiero con locura, sÃ. No me lo digas de esa manera, MarÃa Trinidad. Ya sé que todo lo dices y todo lo haces A mi manera. Y que un revuelo de canciones, todas a tu manera, se posan hoy en la ventana para que las acoja mi débil corazón. Algún dÃa yo también me marcharé, sin hacer ruido, como el de Un hombre marchó, allà donde pudiera observarme y oler la mar.
En un Vals de otoño multicolor en el que las ganas se desatan te añoro, MarÃa Trinidad. En esa estrofa de danzarinas notas, en ese vaivén tan nuestro. Que cuando le aseguras al mundo Yo no soy esa, tiendes a inclinarte del lado donde yacen los libres y en donde los libres se hacen aún más libres, y asà poder exigirle al otro Ayúdala; para que en las conciencias no se manifieste el rechazo y tan sólo se mire a los ojos, que relatan que es el espejo de las almas. Escúchame… Ya sabes que lo hago. Desde ese viejo sillón al que aludes. Te escucho, te oigo, no te quepa la menor duda, MarÃa Trinidad. ¡Ay, Señor! Que entre tanta desesperación siempre se vislumbra la luz del sueño. Déjame soñar. “Dejadme, dejadme soñarâ€â€¦ Tú sueñas ya, MarÃa Trinidad. Sólo te pido que me cuentes tus sueños, porque Mañana, como tú lo hiciste, también reclamaré yo la ausencia de los duelos. Pues, “las cosas, de frente, cara a caraâ€.
Yo confieso lo que confiesas tú. Y en esa confesión la vida en un pañuelo de márgenes doloridos. PodrÃa confesarte, por ejemplo, que te quiero, MarÃa Trinidad… Te amaré, te amo y te querré, susurras mientras muero por ese amor que intensamente duele, y Llueve, duele y llueve en la congoja de tu górgoro y de tu quiebro, en la soledad que todo lo puede; Cuando la lluvia cae y el consuelo desaparece, y el desvelo inunda tu casa “de lluvia, amor y fuegoâ€. En el jardÃn. ¿Qué guardas en tu jardÃn? ¿Acaso una estrella caÃda? Uno tras otro los Amores se van marchando, MarÃa Trinidad. “Como las olas del marâ€, aseveras tú. Ya ves que el amor prendido en las orillas se desgaja a cada caricia del nácar de la espuma. Y se baña el amor, y se confunde silencioso por entre las onduladas del agua…
Ne me quitte pas, ne me quitte pas… Tus grandes éxitos marcaron siempre mis grandes alegrÃas, y también mis grandes tristezas, Mari Trini.
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* Disco publicado por EMI en 2005