El movimiento social de los pueblos originarios, no es una casualidad. Su preocupación por el cuidado y reclamación de derechos sobre su territorio, tiene una razón de ser. Es su propia cosmovisión, de cómo ellos perciben y se relacionan con el mundo. Es una relación sinérgica existente entre la naturaleza, los seres humanos y el mundo espiritual. Interrumpir algunos de esos elementos, es causar el desequilibrio reflejado en enfermedades y el deterioro del territorio, y su población al mismo tiempo. Esa cosmovisión no es reciente, es ancestral.
Desde la llegada del europeo (españoles y portugueses) al territorio “Abya Yala”, se dio la primera interrupción a la cosmovisión de los pueblos originarios. La intervención del europeo en sus ansias de conquistar territorios y explotar los recursos, fue de la mano con el sometimiento a los pueblos originarios. Ante esa situación, hubo luchas combativas ante el enemigo, y comportamientos como parte de su hábito cultural; lo cual, no era más que resistencias defendiendo su cosmovisión de la vida.
Hoy día, no hay diferencia en esa cosmovisión, solo cambio la época, y sus perpetradores.
El movimiento social de los pueblos originarios, siempre estuvo bajo los paraguas de otros movimientos sociales. A partir de 1992, en la región latinoamericana, comienza a tomar auge el tema de los derechos de los pueblos originarios; a pesar que ya se había aprobado en 1989, el Convenio 169 de la OIT.
El movimiento social de esos pueblos, se convirtió en un movimiento regional, que algunos denominan «panindio»; el cual hace la reivindicación de todos sus derechos frente a Estados Repúblicas Neo/Liberales Dominantes, que no quieren reconocer y transformarse en Estados Multiculturales Democráticos. Donde todas esas reivindicaciones a nivel de la región, es la búsqueda por el “Buen Vivir”.
En ese sentido, el contexto panameño sobre el cambio del Código minero, y su explotación a cielo abierto dentro del territorio de la Comarca NgÁ¤be – Buglé; provocó la reactivación de un proceso de participación social de ese pueblo originario, que conllevó a un ejercicio de ciudadanía social realizada desde su propia cosmovisión. Donde la demanda por el derecho a la no explotación minera de su territorio, es elemento que forma parte del Buen Vivir.
La victoria obtenida por el pueblo originario NgÁ¤be – Buglé no es una casualidad. Es una prueba de ejemplo de la capacidad de agencia desde su propia cosmovisión (trabajo colectivo e internalizado en los individuos).
Panamá y sus gobiernos transitorios, y otros actores sociales; deben profundizar más en el desarrollo de los conceptos de Ciudadanía y participación de los pueblos originarios. Eso permite entender en algún grado, su cosmovisión y sus reivindicaciones de derechos.