Envueltos en el olor de la jara me llegan los últimos sentires del poeta de Santa Ana la Real, Juan de Mata Rodrigo Moro. Que en forma de “Variaciones, rondós y bagatelas para una sonata de otoño”, sus versos esculpidos sobre la “la cal prieta”.
Un regalo, sin duda, para el espíritu
Un cofre que atesora un “Zurrón de calles, zurcidas, remendadas / encaladas de añil y mirlopintas / de bolillos, zarzales y de fintas / de balcones y boj enjabelgadas”. Y cuando “llueve la tarde”:
“A bandadas tus manos / se vuelan de silencios / y barruntan la ausencia / de un dios entre nosotros / Alguna carcajada / del silfo preterido / se enroca y lo desbarra / Que ando por tu Sierra / desnudo y casi nada”…
Un rosario de cuentas de madera de los “amados álamos” para enrollarlos a la extremidad derecha y lograr con ello el equilibrio.
“Un piélago de hombre embarcinado en cada recoveco / en cada surco, atrás de los torviscos. Avante de la esquila y la campánula / Aulagas y cencerros, y un encinar que sube, mansamente / a golpe de alpargata”.
Envueltos en el olor de la jara arriban a este puerto desolado en que me encuentro los últimos brotes del vate de Santa Ana la Real, Juan de Mata Rodrigo Moro. Que en forma de “Variaciones, rondós y bagatelas para una sonata de otoño”, sus versos moldeados como el adobe. Un regalo, sin duda, para el espíritu.
Una ofrenda de la que se desprenden “Cucuruchos de buñuelos / caballitos de cartón / Esportón de gurumelos / chaparrón de caramelos / y un rabito de ratón”.
Un acto de generosidad extrema que recibo con gozo a manera de “Sonatinas de otoños y rubenes / de versos venenciados en cálices y flores”…
“Variaciones, rondós y bagatelas para una sonata de otoño”: el mejor regalo que me hicieran, seguro, en estos tiempos navideños.