Sociopolítica

Una iglesia privilegiada en un Estado medieval

Cuando estamos asistiendo al espectáculo de que miles de familias son arrojadas a la calle desahuciadas por los bancos, cuando contemplamos colas de cientos de miles de personas ante las oficinas del paro y millones de trabajadores y empresas que pagan sus impuestos, cuando cientos de ONGs de todo tipo y con una función social relevante por su contenido, su generosidad y desinterés y no por pedir nada a cambio ni tener poder, pagan sus impuestos…cuando contemplamos todo esto la Iglesia católica, una institución en sí misma atrofiada y codiciosa, instrumento durante siglos al servicio y en beneficio de todo Poder que ha explotado y sigue explotando a los trabajadores, reclama para sí el privilegio que durante tantos siglos detentó junto con la nobleza: no pagar impuestos, pero sí cobrarlos, bien por el décimo, por las rentas de sus enormes posesiones, especialmente urbanas, o por las multimillonarias subvenciones que recibe de un Estado que aún no ha aplicado ni la ley ni tan si quiera la Constitución.

Tratan sus portavoces laicos, de justificar lo que ella misma no tiene valor de pregonar: que no pagan los impuestos que pagan todos los ciudadanos porque tiene el privilegio medieval de estar exenta de impuestos. Pero no estábamos en una sociedad democrática de bienestar. ¿En qué época vive esta gente? Este argumento social, que ni tan siquiera León XIII reivindicó en su encíclica Rerum novarum, donde se limitó a detectar la “cuestión social” como una amenaza revolucionaria y la necesidad de hacer concesiones económicas a los obreros para apartarlos de la influencia comunista y anarquista, carece de fuerza y de convicción porque en cualquier caso los esfuerzos que la Iglesia dedica a esta labor social son irrelevantes si los comparamos con los esfuerzos que dedica a proteger, fortalecer y difundir sus verdaderos intereses: la enseñanza, sus universidades, sus medios de comunicación, sus movilizaciones contra el aborto, contra los anticonceptivos, contra el matrimonio homosexual y el mantenimiento de su culto y difusión de su doctrina. Aquí es donde se gasta los cuartos que recibe del Estado democrático y que luego utiliza para derribarlo. En estas actividades sí se concentra sus legiones, su clero, porque a la tarea de labor social no se dedican ellos sino los laicos dirigidos por el clero y financiados por el Estado. En definitiva sería al Estado a quien hubiera que agradecerle esos servicios porque es Á‰l quien los financia.

Dicho esto, la razón principal que argumenta la Iglesia para negarse a pagar, no es porque la justifique en esa labor social. Más allá de lo que argumentan sus laicos, que ellos mismos ni entienden, es que no quieren pagar impuestos porque se siente así misma, como recoge el Derecho canónico, una sociedad perfecta de origen divino, diferente a la sociedad humana.

Y es en este sentimiento de “diferencia” (“hecho diferencial” lo llaman los nacionalistas) por el que, sintiéndose superiores a las instituciones humanas, se consideran con el mismo derecho medieval a seguir siendo privilegiados. En otras palabras: a estar exentos del pago de impuestos.

El problema no es lo que la Iglesia, y su derecho canónico, crea ser, el problema es la clase política que ni aplica la Constitución a la Iglesia, por lo que permanece fuera de la Constitución en un estado de vacío angelical, y por lo tanto es una institución inconstitucional, ni le aplica el Estado de derecho que según el cual todos somos iguales ante la ley. Todos menos la Iglesia. Que luego reclama la libertad de conciencia constitucional, que ella nunca ha aplicado porque siempre ha perseguido, para ir contra los valores de la sociedad democrática.

Es una prueba más de que la burguesía, sea española, vasca o catalana, desconfía, siempre ha desconfiado porque nunca han reclamado, reivindicado o movilizado, los derechos individuales, la soberanía popular y la libertad de conciencia. Siempre han desconfiado de la democracia y siempre han añorado una dictadura. Estos, los derechos individuales, no son sus valores, sino los que proclama la moral de la doctrina cristiana que les promete un futuro sin Estado de bienestar, sin libertades sindicales, sin derechos. Contra todo esto arremeten diariamente sus medios de comunicación, en los que ella misma nunca da la cara.

Una sociedad de privilegiados en la que todos seremos pobres y sobreviviremos con la sopa boba, gracias a las inmensas riquezas acaparadas durante siglos por la codiciosa y rancia Iglesia. Para mayor gloria de dios y de su clero. La burguesía de éstas y otras nacionalidades necesita de la ideología de la Iglesia como alternativa a la libertad. En ella y sólo en ella, en la ideología clerical totalitaria y autoritaria, se encuentran cómodas. Por eso financian a la Iglesia, en nombre de los pobres, y en nombre del Antiguo Régimen y de la Edad feudal, la conservan como una institución privilegiada al servicio de la explotación. La reserva espiritual contra el Occidente democrático son ellos. La otra reserva es el fundamentalismo islámico.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.