Introducción
El cine venezolano de la década de los setenta contiene un conjunto de producciones asociadas con la efervescencia estudiantil. Quizá como producto de un imaginario nos deje el germen de la duda y de la necesidad de revisión de aquel contexto histórico en aquella Venezuela sacudida por la lucha por la libertad a un orden establecido.
Ver Fiebre, La Casa del agua y Reinaldo Solar; por mencionar algunas películas, llama la atención por el intento de rescatar la imagen del estudiante comprometido con la transformación social. Pareciera que de fondo estemos ante unos supuestos de acción comunicativa o de la legitimación de un discurso que dentro del gomecismo permitieron pensar en una generación de relevo para el país.
No trataré aquí de revisar qué tanto nos hemos extraviado del significado de la generación de relevo, intentaré una aproximación a las ideas educativas de los movimientos estudiantiles mostrados a través de filmografía venezolana, cine de autores: Alfredo Anzola, Jacobo Penzo… Ello enmarcado desde la idea de Ricoeur “El texto es el lugar mismo donde el autor deviene” (p. 131) además de tomar como documento para el análisis educativo El Plan de Barranquilla así como algunos artículos publicados por la Academia Nacional de la Historia y la filmografía ya mencionada.
Del contexto y su revisión
Generaciones estudiantiles sensibles a la realidad social en Venezuela están identificadas como generación del 28 (el grupo de las boinas azules) y la generación del 36 abanderada en los preceptos religiosos. Dos momentos y líderes diferentes. Betancourt versus Caldera.
Ya Rangel (1964) al referirse a las generaciones de relevo venezolanas les atribuía “Airear las ideas justas sobre las cuales haya caído el polvillo de la inercia, inyectarle una renovada savia al tronco vejo” (p. 233). Desde luego la dificultad para ellas está en hallar aquel tronco y en aparecer en el escenario desde un conjunto de símbolos. Así lo confirma este autor tras la aparición de la boina azul (generación del 28) está la identificación y luego la creación de una cultura de fascinación.
No sabemos cuánto se ha heredado de este pasado cuando revisamos algunas acciones de los estudiantes de este siglo. Quizá nos atrevemos a preguntarnos ¿qué ha pasado con la sensibilidad de la efervescencia estudiantil?, ¿hay un compromiso educativo de fondo o la búsqueda de interés personales?
El Plan de Barranquilla contiene un diagnóstico de algunos sectores para el momento. Se advierte el analfabetismo, las enfermedades, la penetración imperialista, la estratificación semifeudal. En especial, hay una denuncia por la situación petrolera de aquel entonces. Una búsqueda por un cambio a todos los ciudadanos en lugar de una clase específica guiados por una especie de aristocracia que no cuajaba con un proyecto ideológico claro “…producto de la rebeldía juvenil del momento (…) carecían de un proyecto político ideológico concreto y de una estrategia a mediano y largo plazo” (Gerard, 1987, pp. 26- 29). Y si nos preguntamos por la identificación de modernidad y modernización caeremos en preguntas y otras discusiones.
Ubicar la modernidad desde el plan de Barranquilla supone la revisión de algunas concepciones de dicho término. Sabemos por referencia de autores entre ellos Touraine (1992) y (1997) que la modernidad implica desde luego el progreso, ruptura de la visión religiosa del mundo, presencia de los mercados, la identidad desde lo comunitario… y así continúa una larga lista de caracterizaciones. Tratar de indicar con una equis si posee o no dichas caracterizaciones es hasta contraproducente. La modernidad que nos muestra este autor no está referenciada en el contexto nacional ni mucho menos puede ser forzoso apilar esas palabras solo para complacer a aquellos que creen en el eurocentrismo como punto para un posterior análisis.
Considerando los señalamientos anteriores y en aras de una ubicación histórico- social del caso Venezuela una de las aproximaciones conceptuales que permiten entender la génesis de este producto político estudiantil del 28 lo encontramos en Reyes (2006). Para él modernidad y modernización implica un juego de palabras y debates. Identificar modernidad como idea político económica de una superación de la pobreza y miseria persistente en la nación no excluye esa superación del oscurantismos (implícita en la modernidad europea), mientras que la modernización, supondría el proceso de construcción colectiva de la modernidad. Se trata entonces de ver este segundo término como un paquete o proyecto histórico en el cual se embarcaría la nación. Bien supremo pero quien decide eso de alcanzar el bien común.
Y, ¿ese proyecto parte de una aristocracia o de la idea de ciudadano? Para responder a esta interrogante revisemos una de las películas venezolanas Fiebre. En Fiebre, la descripción del período gomecista la enmarca dentro de los términos de barbarie, miseria, oscurantismo, tiempo de caudillos y muerte. Aquella efervescencia estudiantil nos presenta una universidad dividida. Por un lado aparecen aquellos jóvenes que denuncian los reglamentos adecuados a la puesta en práctica de dotes de oratoria y agradecimientos, en su lugar toman partido de las llamadas transformaciones sin ninguna trascendencia. Por otro, los denominados “revolucionarios” “insurrectos”, aquellos críticos de los poseedores de concesiones petroleras y unidos con otros movimientos de grupos sociales en contra del régimen. Sufren el peso de las torturas, las acciones del ejército, el encierro y el castigo. Sensibles a la problemática del país, más allá de la posibilidad de un título académico para vivir mejor, es decir, formar parte de una clase pudiente (educación como ascensor social).
Nótese que dentro de las palabras que identifican a ese pequeño grupo que intenta dirigir al país aparecen dos claves revolucionario e insurrecto. Ambos calificativos aducen a un tipo de individuos que trabajan por las rupturas por una superación del oscurantismo político. Pareciera que estemos ante la presencia de una fórmula:
Oscurantismo + pobreza + ignorancia del pueblo + capitalismo extranjero= mantenimiento del gomecismo
En su lugar la opción formulada está enmarcada en lo siguiente:
Universitarios= luces de un pueblo + revolución= ¿beneficio común?
El término revolución es definido a partir de los personajes Vidal y un trabajador. Para el primero la revolución tiene un rostro (un caudillo), mientras que para el segundo debe comenzar desde abajo, es decir, desde el pueblo. Desde estas connotaciones la interpretación de la realidad social pareciera diferenciarse. El discurso de un bachiller al de un trabajador contiene referentes distintos. Uno aún está dentro de un mundo de los textos académicos mientras que el otro habla del mundo fuera de dichos textos.
Pudiéramos pensar que esa realidad social es el texto que se presenta a aquel grupo de venezolanos trabajadores y que, precisamente se encargan, a la manera de Ricoeur (ob. cit), de hacer una labor hermenéutica, es decir, de interpretación y comprensión de lo que está delante de ellos a partir de una distancia, porque mientras se distancian comprenden. De acuerdo a la comparación anterior pareciera que la condición para que se dé esta labor hermenéutica y de ese desentrañar la referencia del texto está en la visión del mundo que está frente a los ojos. Es claro que todos pueden hacerlo pero uno más fácilmente que otros. Para un estudiante encerrado en la universidad y con poco roce con el contexto social difícilmente puede agudizar su lectura.
La revolución parte del supuesto de un apoyo estudiantil a una masa consciente de su situación, lectora de los textos de una realidad. Al mismo tiempo se introduce el elemento de la ruptura desde la categoría política- social. Esta concepción extraída del texto fílmico resulta más centrada que las palabras encontradas en el Plan de Barranquilla.
La generación del veintiocho aún representa un punto de referencia para visualizar las generaciones que disponemos. No fue homogénea, como la tratan de presentar algunos autores. Estuvo dividida. Para muestra de ello aquella diferencia entre los que prefirieron estar presos y expulsados a los otros que solo pensaban en graduarse y casarse con una mujer rica. La diferencia está en el tipo de acción escogida.
La lectura societal de cortes izquierdista resulta comparable con documentos de la época. Aparece la clase trabajadora como protagonista de la revolución, pareciera una minúscula representación del Manifiesto del Partido Comunista al pueblo trabajador de Venezuela (1931) sobre todo en el acento de los llamados revolucionarios, aquellos que se sirven de la ignorancia para mantener los intereses de la burguesía, representado por Urrutia.
Retomando el Plan de Barranquilla aunque en el discurso no sea excluyente por ratificar la necesidad de una participación, en el ejercicio de su formulación así lo fue. Rómulo Betancourt fue responsable de su escritura y del espíritu del mismo, aquí el ciudadano no figura y quizá resulte hasta atrevido hablar de ciudadano aún cuando se acuse: “Hasta ahora no ha tenido Venezuela en su ciclo de república ningún hombre cerca de las masas…” (p.3) si esto es así también encontramos a un sujeto que permanece atado a una pseudolibertad. Por un lado es posible el final de las represiones y por otro la dificultad por concebirse plenamente como un actor en cualquier esfera. Si las luces que orientarán el camino son pocas, entonces ¿cómo llegar al éxito del cese a ese “absolutismo personalista” si no se ofrecen los escenarios para las libertades de participación? Dentro de esa figuración personalista está en mente un futuro, desconocido por la mayoría y trabajado desde ese ahínco por el futuro político de un activista estudiantil. Entonces, ese proyecto aun entre comillas de país para llevar a cabo la pobreza ¿permitiría superar las barreras intelectuales entre gomecistas, estudiantes y pueblo para entrar en sintonía?
Si revisamos La casa de agua de Jacobo Penzo encontramos nuevamente el gomecismo como móvil de Cruz Elías. Á‰ste, un universitario con deseos de vivir su vida desde la preocupación por la política (cómo sumarse al grupo de los peleones de su país) y la lucha por ser una voz en ese país de difuntos, coherente entre decir, pensar y sentir. Más allá de las dificultades experimentadas, lo que representa este joven es la posibilidad de mantener su memoria viva frente al olvido con el que la mayoría ha asumido la presencia de Gómez. Mientras que la universidad ha sido cerrada, Cruz no deja pasar el momento para Pensar en Manicuare, su pueblo. Allí seguirá apoyando acciones insurrectas hasta ser encerrado y enfermarse de lepra. De esta película se identifican elementos importantes:
a) La universidad como centro de debates y compromiso social con el país desde la clandestinidad.
b) El estudiante como comunicador a la población de la realidad socio-política a través de los panfletos.
c) Concepción del pueblo como invencible, ello alude a una forma de poder formulada a partir de una responsabilidad social del estudiante. Recordemos que para Iragorry esa unidad de conciencias es clave para la configuración del llamado deontológico que no es más que orientarse en aras del progreso por el deber. Adicionalmente, contiene dos supuestos. Existencia histórica, elevarse por medio de acciones que lo rememoren a través del tiempo y ser pueblo en sí mismo, conocerse a sí mismos y defenderse.
d) Valoración a la cultura extranjera en contraparte a la cultura autóctona. En el caso de la literatura prefiere el público escuchar a Rubén Darío que a Rufino Blanco Fombona. A esto Iragorry (1953) contestaría desde la defensa por el mercado de cultural nacional antes que la yanqui. Vemos como para la época la escogencia de los poetas partía de la premisa de lo subversivo y no subversivo. La segunda opción era la más fácil y menos problemática.
e) La tortura y trabajos forzados de un grupo de hombres, entre ellos estudiantes universitarios. Partiendo del Manifiesto del Partido Comunista al pueblo trabajador de Venezuela (ob.cit) se encuentra su referencia de Gómez como verdugo de los trabajadores. Las condiciones no eran humanas. Los grillos y los maltratos físicos era una forma de castigo. No se cumplía una jornada de siete horas. Aquellos hombres se enfermaban y aún así eran obligados a trabajar.
f) Creación de sindicatos con los presos por medio de Hilario un estudiante universitario. Vinculación con las idea de lucha de los trabajadores y su emancipación.
En ambas películas no se presenta el momento de la muerte de Gómez. Este hecho fue importante para el grupo de jóvenes estudiantes, fue una oportunidad para dirigirse a la población venezolana desde un discurso orientador. Del manifiesto que dirigieron los intelectuales al general Eleazar López Contreras a la muerte de Juan Vicente Gómez (1935) podemos identificar el llamado al orden público, calma y fe. Tres elementos que nos dan una idea del estado de expectativa y convulsión del país y de la necesidad de un orden. Es inseparable la política como tema en el acto de habla.
Pero, solo se ve la oscuridad y no un amanecer distinto. Ese pueblo presentado como una abstracción por ambos cineastas no da cabida para pensar en un renacer. Tímidamente aparece en Fiebre tras la sublevación de 300 hombres, una pequeña parte. Son los estudiantes los cultivadores del espíritu de protesta luego de la introducción de la libertad e igualdad como derecho.
Ambos personajes centrales, presas de la enfermedad no lograron alcanzar sus objetivos, pues “…bajo la opresión no se puede soñar sino con la represión…hemos recordado que no todos eran victimarios, y que también las víctimas necesitan atención…” (Gallegos, p.s/n)
Indiscutiblemente la ciencia no era la abanderada de aquellos jóvenes, mientras que para Gómez estaba a su servicio un grupo de profesionales entre historiadores (Gil Fortoul), Rafael Villavicencio (médico), poseedores de un nuevo método científico y ese positivismo justificaba al gomecismo. Con el auge de la generación del 28 la idea de acabar el régimen gomecista obedecía a pasiones y al hervidero intelectual.
La acción comunicativa estudiantil: una revisión al espíritu del Plan de Barranquilla
La acción del estudiante universitario, representada a partir de la filmografía venezolana, pareciera mostrar una estructura teleológica. Está claro el objetivo (luchar contra el régimen gomecista). Lo que no parece muy claro es hasta qué punto esa lucha ve con claridad los gomecistas y Gómez.
En el caso de Fiebre la introducción del personaje de trabajador se justifica por ser una aproximación a lo que Habermas denomina acto de habla, en el sentido de presentarse un acuerdo que no está sujeto a una manipulación. Ese acuerdo no es más que en términos de la connotación revolución partiendo de las minorías. Hay una aceptación de “…la oferta en él contenida, en la medida en que este otro toma posición afirmativa frente a una pretensión de validez que es fundamentalmente discutible” (p. 158) hay una aceptación que se materializa con la incorporación del bachiller Vidal de esos trescientos hombres que dirige el coronel Urrutia.
En Vidal vemos esa situación de acción. Como actor de una situación de habla pasa a diferentes funciones comunicativas (hablante, oyente o presente). Específicamente en la redacción de la proclama al pueblo de Urrutia, Vidal se presenta como oyente luego pasa al habla cuando le hace la observación al coronel que ese discurso se parece al del gobierno. A su vez Urrutia de hablante (discurso de lenguaje coloquial) pasa a ser oyente de las observaciones de aquel joven. Este es uno de los ejemplos que podemos identificar.
Dentro de esa situación de habla mencionada anteriormente, cada uno de esos actores toma como referencia un mundo. Para Urrutia es ese mundo social mientras que en Vidal es ese mundo subjetivo. En este caso falta la referencia al mundo objetivo que no está presente en ninguno de los dos personajes y que según Habermas resulta necesario en entendimiento de esos tres mundos. Quizá ello explique la presentación de conflictos en lugar de acuerdos.
Lo que es de esperarse de Vidal como estudiante no solo afirmaciones comunes sino el esfuerzo por expresar con palabras la realidad de su país desde un planteamiento de veracidad. La ciencia aún no ha calado en su lenguaje, en su lugar aparece surge lo expresivo, así encontramos las siguientes frases: “A lo mejor ellos estaban mejor que nosotros ahora es todo el país”, “me preocupa que somos estudiantes con militares que apenas conocemos”, “en este país no se puede vivir”
Siguiendo los planteamientos de Habermas para llegar a la comprensión de aquella Venezuela vista desde los estudiantes faltaría la posición objetivadora (verdad), normativa (legalidad) y expresiva (sinceridad).
El discurso de los universitarios: ¿una referencia a un programa político?
Aquellos universitarios manejaban dentro de sus discursos la defensa por el nacionalismo y un llamado a la vigilancia del pueblo. La intencionalidad sale de lo académico y se interna en una lucha política. Revisando los documentos publicados para la época encontramos ciertos detalles:
a) Recurrencia a la literatura como una forma para dirigirse al pueblo. En La casa de agua vemos una muestra del lenguaje de los estudiantes. La poesía usada por Rafael, la literatura comunista leída por Chuíto el hermano de Cruz y éste último con dotes de poeta revolucionario. Son apenas representaciones de la generación del veintiocho. Y, ¿cómo asumiría el pueblo aquel discurso? Si revisamos algunos artículos de revistas literarias y periódicos encontramos el uso de imágenes, esto permite al interlocutor entenderlas luego de haberlas re-creado en la mente. Algunos ejemplos de ello: “Ahora que nos toca hablar, no os cerréis los oídos porque no veremos en el caso de rompéroslos… El pueblo ha despertado y no es fácil que convenga en volver a dormirse…” (Gallegos, 1909) resulta más claro esto último.
La asociación de los sentidos con el despertar de una época de oscurantismo es un llamado a la alerta del pueblo. Como lenguaje ornamentado pudiera prestarse a múltiples interpretaciones.
No es la ciencia que llega al pueblo es el arte. Es el arte que llega desde el lenguaje usado como protesta a regímenes dictatoriales y desde esa carga expresiva se intenta objetivar aquella realidad. A través de la escritura encuentran aquellos escritores calar a todos. Pero, ¿todos los venezolanos leían? Pareciera que no. En el Plan de Barranquilla al menos queda clara la idea de negación al acceso a la ilustración. La oscuridad como sinónimo de ignorancia. Una ilustración reducida a la oportunidad de grupos minoritarios.
El arte aparece dentro de condiciones de lucha por la supervivencia de la tradición, en lugar de la influencia extranjera, en palabras del personaje Reinaldo Solar “… no hay nada que constituya una verdadera tradición de arte, todas son orientaciones personales bajo la influencia de modelos extranjeros, vida embrionaria de una tradición… ¿dónde está el arte nacional…”
b) El autor del discurso como figura de autoridad. En este caso autoridad intelectual. Dirigirse a un pueblo desde la figura de bachiller implica la investidura del respeto. Esto se observa en la filmografía señalada al comienzo, así como la madurez discursiva que debe pasar un estudiante desde sentirse identificado con su contexto histórico-social-político hasta emprender un conjunto de acciones que impliquen cambios. Valerse de las letras para expresar esto implica el paso de la palabra a la escritura y con esta última la oportunidad de establecimiento de mundos de textos luego sus interpretaciones.
Los pronunciamientos para la época en cuestión guardan una vinculación desde la lógica saber- poder foucoltianos nuevamente aparece esa brecha entre saber y no saber. Y desde esa lógica argumentan el discurso desde la credibilidad por otro gobernante. Por ejemplo, “Pedimos a nuestros compatriotas, en nombre de todos y para el bien de todos, aguardar el cumplimiento de todas las promesas que nos hiciera el General López Contreras…” (Manifiesto que dirigieron los intelectuales al general Eleazar López Contreras a la muerte de Juan Vicente Gómez, 1935) de fondo también se advierte una suma al pensamiento político que luego se materializará con la creación de los partidos políticos venezolanos a su vez el llamado a la unidad y la pacificación de las masas.
c) El Plan de Barranquilla muestra la necesidad de un lenguaje científico para la explicación de fenómenos sociales. Aunque la referencia sea breve aparece dentro de una necesidad para el análisis de la situación venezolana desde la explicación y búsqueda de causas. La ciencia social en lugar de lo que había predominado con Gómez: el positivismo como servicio y justificación del régimen. Así Pino (2005) nos lo describe. Aquel grupo de intelectuales gomecistas se sentían poseedores de un nuevo método científico.
Dentro de lo escueto del Plan de Barranquilla no se menciona otro uso de la ciencia. Aún defendiendo ese análisis dejan múltiples espacios por abordar. No hay respuestas desde el uso de otro lenguaje que no sea el de la protesta y la crítica al gomecismo desde la breve presentación de situaciones históricas. Así que hablar o no como un científico social no es un rasgo de este documento.
d) La revolución social como premisa. Partiendo del Plan de Barranquilla hay fuertes señalamientos a las condiciones sociales de los venezolanos. Se señala la oligarquía y los godos como responsables de la discriminación del pueblo, la exclusión social y educativa a la que las masas han estado sometidas, explotación a todo nivel. Este “diagnóstico” es apenas una parte de lo leído en esa realidad.
La revolución con connotación social implica la participación de los sectores sociales, llegar a ellos no desde la acción. Esto es llamativo, aquella crítica se da desde una minoría, sin la incorporación de otros partidos constituidos. Aquí se advierte la escisión con la que algunos prefieren referirse a aquella generación del 28.
La premisa de la creación del partido Comunista en Venezuela está próxima con dejar en manos de los trabajadores la lucha, de todos los explotados. En este caso hay una referencia por una identidad no-individual aunque al mismo excluyente de otros sectores minoritarios. No se trata de encerrar el término ciudadano a uno u otro grupo sino de incluirlos a todos (aspiración fallida de Rómulo Betancourt y de la posterior militancia al PCUV)
e) Programas políticos desde sus hacedores. Desde el apartado anterior se identifica la presentación de diferencias de los partidos creados. Si partimos del concepto remitido por Latouche (2004) encontramos la suma de elementos importantes: ideas, personas, transmisión intelectual, mecanismos de producción e intereses compartidos. Identificables en los líderes de AD y del PCUV.
En todo caso estamos ante un proyecto de país, aunque ese Plan de Barranquilla no impulse a esa situación educativa calamitosa pareciera que resulta delicado de catalogar como repliegue de la modernidad. Aún las bases para ésta no están dadas. Hay un intento por calar a otros grupos sociales sin que se sienta de fondo la necesidad por la unidad o un concepto de ciudadanía. La división está clara analfabetas y no analfabetas, universitarios y trabajadores, comunistas y no- comunistas… y esta lista encontramos duplas que aún separan al venezolano de esa intencionalidad de proyecto del cual se pretende instaurar. En este sentido, me atrevería a afirmar que el proyecto de hombre venezolano ni siquiera fue claro, se espera progresar a partir de un giro político (una democracia que en el fondo excluye en lugar de incorporar).
Valdría rescatar aquel empuje de la generación del 28 por despertar y hacer despertar no en las condiciones ni en sus protagonistas sino en esa necesidad. Precisamente esa necesidad está presente en cada tiempo, sobre todo cuando se tiende a confundir discursos para impulsar protagonismos particulares. La educación no es cuestión de protagonismo sino de un esfuerzo común aunque se le piense desde particularidades.
Briceño-Iragorry, Mario. (1953). La defensa de nuestro pensamiento. En Aviso a los navegantes. Caracas: Ediciones Edime. pp. 73- 76
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Gehard, Cartay. (1987). Caldera y Betancourt. Caracas: Ediciones Centauro.
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Pino, E. (2005). Positivismo y gomecismo. Caracas: Academia Nacional de la Historia.
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Reyes, Oscar (2006) América and american: choque de modenidades y modernizaciones. Ensayo ganador del cuarto concurso de ensayo libre. Disponible: www.cedice.org.ve/detalle.asp?id=1126
Ricoeur, Paul. (1986). Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II. México: Fondo de Cultura Económica.
Realizado por Claritza Peña. Revisado por José Alirio Peña.