Gocho / Ricardo / Versolari: ¡Cómo me has hecho valorar esa metáfora cósmica y alquímica que se constituye al verse descalzo! y así… ver en mis pies, como en los de todos, el sentido del mundo como vida y aún la disolución como agradecimiento anticipado para nuevos ciclos de vida. Esta es una colección de versos con visión totalizadora, donde no hay lástimas por la carencia de zapatos, sino homenaje y agasajo, a los humildes pies de todos.
Comenzaste muy bien intuyendo, con la definición de los pies que das en «Descalzo en el Reino de la Tierra (1)», en la que los pies son, en rigor: «barcos que la aurora fleta».
Tu mirada a los pies, los tuyos y ajenos, nos exhorta a mantener el derecho a sentir, a atrapar lo real y lo alternativo, a hacerse un lugar en el mundo, donde realmente merecemos el paso abierto y seguir en movimiento, atento a las direcciones de la consciencia. Aún descalzos, sensibles desde el nacimiento, cuando los pies son como «dos niños ateridos» [«Descalzo en el Reino del Agua (1)»], la nobleza de los pies es el primer cimiento para toda cognición.
Con los pies, el Norte habla sobre direcciones, paisajes, circunstancias y las sensibilidades anímicas y gradaciones intermedias entre lo caliente y lo frío, el fuego y sus misterios. Esto es importante y me obliga a meditar en la predilección, no caprichosa, de abordar tu tema. No es hablar sobre pies, en cuanto estructura podiátrica o instrumental, pies como si se hablara del equilibrio básico que requiere una mesa, o una silla para sostener a quien busca descanso y servicio. O simplemente, no echarse al suelo.
Enfrenté la colección de tus poemas; más o menos, leyéndola en este orden.
Descalzo en el Reino del Agua (1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 y 8)
Descalzo en el Reino de la Madera (1, 2, 3, 4. 5. 6, 7, 8 y 9)
Descalzo en el Reino del Metal (1, 2, 3, 4, 5, 6)
Descalzo en el Reino del Fuego (1, 2, 3, 4, 5, 6, 7)
Y, a pie pelado, descalzo es que se entra a los templos, y se entra al Agua, a los reinos de la Madera, el Metal y el Fuego, a lo sagrado de todos los elementos, como si estar descalzo fuese estar desnudo, con obediencia humilde y sin coberturas, en el momento de acceder a la verdad sagrada que tiene la vida, en cuanto «bíos» y «lexis» (discurso)
Leerte ha sido como una exaltación del hecho de que la vida cambia por completo (y es como un viaje, que lleva a contextos nuevos mediante las sensaciones y que con los pies descalzos se preanuncia). No importa si los pies están sucios o deformes, si son pies grandes o pequeños, si están heridos o sanos, ellos nos cuentan historias de tristezas y desosiegos, penurias, padeceres y lutos, pero también canta sus transformaciones, según se van conociendo los baches del camino.
Si bien parecen dados en el agua como barcos prestados, en flete por la aurora, o en trayecto por aguas uterinas y amióticas al nacer, los pies nunca abandonan la bendición de la primera evolución bioquímica y orgánica. Pasarán descalzos por el Reino del Metal. En cuanto tal son aliados a los buenos conductores de calor y electrogénesis. Los pies pueden elogiarse en términos de metáforas de oro, plata, cobre, hierro, plomo y estaño, y ser herederos de símbolos de Sol (oro) y Luna (plata), planetas en aleaciones y matrimonios alquímicos.
Si bien «Descalzo en el Reino del Fuego» fue la sección que leí al final, este contexto descrito, lo alquímico, lo permea todo. Somos como fuegos vivientes (el calor en la carne). Y aún, cuandp declaraste en «Descalzo en el Reino del Fuego (7)» que el fuego nos ‘retuerce’:
Los hombres
serán entonces extrañas flores,
contraechas
pequeñas, retorcidas.
…
no quita que vendrá:
… otro tiempo
y mis quemadas plantas
descubrirán la hierba el agua, el mundo
que habrán vomitado las estrellas.
También es claro que este aspecto destructivo, ya referido, habla y simboliza el aprendizaje de pasiones y deseos, transformación e iluminación. Siempre es la vida una chispa de fuego que viaja de la Furia de la Gran Explosión a los cambios engramados y se vuelve compensatoriamente en su entropía las temperaturas amables de nuestra sangre.
he llegado al séptimo fuego
aquel que no cesa
y cuyo ardor
es igual al calor de mi carne
Como con el mercurio de la Luna en cuarto menguante, el cobre en Venus, el plomo en Saturno, el hierro con Marte, así se casa nuestra alma-Luna con el Sol-interior del espíritu. Y en este proceso se calcina lo que debe calcinarse (tal vez Aries nos calcina como sustancia, pero Libra nos sublima, Capricornio fermanta y Cáncer nos hace solubles, ante los Testigos Astrales y, en el proceso, es que se aprende que lo viejo («lo sido») se transforma para que algo nuevo advenga (con su inagotable posibilidad) y entre a la vida en las retortas, matraces y alambiques, de lo dado. En el Reino del Metal, hay mucho fuego que mienta la propia motivación, fuego controlado y transformación interior.
Ahora
trepo descalzo a la montaña de metales.
Mis pies ya se cansaron de sangrar.
Pero aún, cuando los reinos de metal y fuego son el origen, el Reino del Agua rescaya. Lava, purifica, refresca y solve. Y las aguas son como estados anímicos. Y el Agua debe amarse, como se ama el fuego del origen. (En Descalzo en el Reino del Fuego (5), advertiste:
Entonces
amaré el fuego con mis plantas desnudas
y la risa del día].
En el Reino del Agua, según se va experimentado la «intimidad de los hielos», los pies dan continuidad al perenne aprendizaje:
… saben con la certeza de los pájaros
que el frío
es la mano izquierda del sol;
que los astros estallan
en lo profundo de las gotas heladas.
La serpiente, como una onda, es una danza. Habla acerca del origen y conexión cósmica de todos los elementos, aunque parezca como un río («una serpiente azul, y congelada») o sea más vaporosa, menos densa o mórfica («la serpiente helada de la brisa»). Los pies sienten el Viento / lo Frío / y así todo o que «se desprende de las últimas estrellas». Las plantas de los pies agradecen todo, unas veces, en contacto con las aguas tranquilas (que se dan en paz con su espiritualidad y han evocarse con ellas el rejuvenecimiento y la aceptación de uno mismo); pero hay que agradecer a las aguas del pantano, «la lejana esencia, / aquella que permanece fija, / aquella / que hace palpitar los vendavales»):
Mis plantas
la toman suavemente;
la beben como la ambrosía.
Mis pies recogen la eterna juventud,
la semilla de la vida
Hay que agradecer las aguas limpias y puras, en aras de que un día, emocionalmente, no nos sintamos desbordados por una situación o por las emociones difíciles. Hay que aprender a caminar sobre las aguas, así como en «Descalzo en el Reino de la Tierra (3)», dijíste:
Caminar sobre las obsesiones,
las adolescentes, las decrépitas;
caminar sobre el cansancio
y los laberintos
donde se perdieran las miradas
En el «Reino de la Madera», hay que aceptar la dignidad y diversidad de todos los universos, todo lo que se ha desplomado hasta la tierra y gime en el planeta. Nuestros pies son una metáfora del planeta y todos los elementos..
En las uñas de mis pies
los universos laten como pájaros.
Desde el dedo gordo
y, en cuanto lo es, en el «Reino de la Tierra (7), están todos los lutos y crujidos del cosmos.
Llegó la madre de todas las batallas:
es suficiente luto
el crujidos del cosmos,
el peso enorme de muertos y de vivos
la negra corola de las mariposas
que beben la cadaverina.
Pero si bien hay este reconocimiento (la muerte de los metales viles, la existencia de pantanos y torrentes lejanos en el agua), también hay una resurrección como metales nobles, una muerte de la vejez y la caducidad del individuo para que sea más perfecto. Quien logre en este peregrinar la meta biien que verá que sus pies son celestiales. Que son sólo un aspecto material del propósito mayor: el Movimiento con Dirección hacia inmutabilidad del Equilibrio y el Propósito Creativo.
El pie no se da para caer o hundirse en fango. Un pie, visto con atención sagrada, descalzo y desnudo, habla en torno a apoyo físico y meta, viaje cósmico. El poema más bello de esta colección, tan rica en metáforas, tan fluyente y musical por su ritmo, es éste, al que citaré completo, antes de darte gracias por mirar a nuestros pies y lavarnos la visión con tu poesía mravillosa, Versolari.
Con estos pies celestes
el barro recordará los cielos
cuando desnudos se hundan en sus lunas
y la mujer en el centro de la tierra
sabrá del fin del universo
por las líneas talladas en mi planta.
Estos pies míos
son el padre y la madre
de los bosques ocultos
en la epidermis del verdoso fango
que en los amaneceres
vomitan los pantanos.
Estos pies míos
ordenan y administran tu furia,
el rojo de tu rostro
el brillo de los ojos,
los puños que se cierran
Penderán de ellos
con invisibles hilos,
marionetas azules cuando el alba
amarice blanda en mis empeines
Con el último brillo del lucero
ofrendaré mi hígado
a la nueva mañana.
Gocho Versolari [alias de Ricardo Iribarren] Su libro completo en su lugar en la red.