Cultura

Vértigo

Á‰l, que ha ido siempre al trabajo de rigurosa corbata, se lleva un susto mayúsculo cuando ve a su hijo entrar en casa con un piercing en la aleta de la nariz. Y hay algo mejor: su hija, la que era tan modosita de pequeña, le anuncia un tatuaje en la nalga. Ya, hace tiempo, le consintió lo de las mechas en el pelo, pero no creía que la cosa llegaría a tanto. El pobre no entiende nada. Otro amigo me invita a la boda de su hijo que se casa… con su novio. Después de tres años de relaciones con una chica, descubrió que aquello no era lo suyo. Se ha quedado -el padre- sorprendido y hasta un poco aturdido. ¿Qué se le va a hacer? No es menor el desconcierto de un conocido al que su vástago, magnífico estudiante y opositor, expediente de lujo desde la escuela, le anuncia que deja su trabajo para ir con una ONG a un país africano de nombre muy raro. ¡Qué niño más extraño, me dice el padre, antes, por lo menos, se metían a monjes, pero ahora se hacen de eso que tiene un nombre tan feo: O.N….¡ No me olvido del colega que no comprende cómo su hijo, con una brillante carrera y un montón de cursos, no termina de conseguir un buen empleo. En cambio, un amigo suyo se ha metido en no sé qué negocio de venta por Internet y se está haciendo de dinero.

Hay una generación de españoles -digamos los que rozan o sobrepasan ligeramente la cincuenta- que vive aturdida, sin comprender como tantos cambios se han dado en poco tiempo. Todo ha cambiado en el terreno moral, económico, laboral, en las costumbres. Parece que el mundo se ha puesto patas arriba en sólo una generación. El suelo sobre el que pisaban, las certezas que les alimentaban se han diluido como un azucarillo en el agua. Quizá la palabra que defina esta situación sea vértigo. Vértigo por un cambio tan brusco, que nos hacer perder la perspectiva, que pone en entredicho todo lo que teníamos como cierto.

Les produce un poco de vértigo esa generación que vive pegada a sus móviles como a un talismán y que hasta es distinta en sus horarios de diversión, en los que sigue las costumbres de los murciélagos.

¿Será para tanto? ¿Es realmente tan radical el cambio? Me consuelo pensando en los rebeldes melenudos del 68, que luego acabaron en yuppys de grandes empresas y en barrigudos burgueses. Apuesto a que esta generación de los piercings y los tatuajes, de los móviles y la litrona, esta generación que tanto aturde a sus mayores, terminará siendo un grupo de honrados ciudadanos y padres de familia. Ya verán.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.