La muerte de Antonio Tabucchi no es su adiós definitivo. Á‰l y su obra permanecen con quienes amamos la buena y transparente literatura comprometida, con la sociedad y su tiempo.
La vida es una tómbola llena de azares y carambolas, de encuentros inesperados y recuerdos que de pronto abren una ventana en la memoria, que obliga a uno a convertirla en una historia aunque en ese instante pueda resultar inverosímil. Así toma forma a la vez que se va convirtiendo en realidad. El 25 de marzo, mientras contaba las horas para vivir y conocer si las inmaculadas azules gaviotas con su vuelo sobrecargado de oscuros triunfalismos, lograrían al fin pasar Despeñaperros, para planear por estas tierras se escucha: “Decían:”Ojú que frío”, / no “qué espantoso, tremendo, / injusto, inhumano, frío”. / Resignadamente: “Ojú, / qué frío…” Los andaluces”, pero no pasaron. Entonces me llegó la noticia de la muerte de Antonio Tabucchí, cuando transcurrían las horas leyendo el más reciente libro del autor de Sostiene Pereira editado por la editorial Anagrama Viajes y otros viajes.
Juego de contrastes con los que la vida te sorprende y hasta duele durante ese viaje literario, mientras pasan las horas y las empecinadas gaviotas azuladas intentan cruzar el laberinto rocoso, para llegar a este Sur: “Ojú que frío, los andaluces”, con el insulto perenne de Durán Lleida, ese señor catalán que cuando no se le ocurre nada que decir nos suele insultar, como si fuéramos nosotros los parias que hemos metido la mano en el cajón donde se guardan las pelas que los buenos catalanes que tributan sus impuestos. Y a medida que leía me prometía ver de nuevo al día siguiente de las elecciones, la conmovedora película interpretada por Marcelo Mastroianni sobre esa obra magistral, donde se narra un capítulo de la cruel y triste dictadura que Salazar impuso, más años que la nuestra, y vivió y padeció el pueblo portugués. Cuántas historias en una mañana amenazada por gaviotas azules y malversadores inocentes ante la ley del fuerte.
Advierto a quienes puedan leer este artículo que estos Viajes y otros viajes
de Tabucchi no forman una guía turística más al uso, les sugiero pues que este caso, si es lo que esperan, no se molesten en comprarla. Creo que ya de por sí el título puede mostrar, advertir, dar a entender, que nos encontramos ante una narración puramente literaria, de rica amenidad donde los lugares, espacio y geografías, todas muy diversas en sus contenidos con personajes imposible de olvidar, porque todos en tiempo y forman son parte de la vida de uno como lector. Por eso, Tabucchi manifiesta: “Soy un viajero que nunca ha hecho viajes pera escribir sobre ellos, algo que siempre me ha parecido una estupidez. Sería como si uno quisiera enamorarse para poder escribir un libro sobre el amor” Sin embargo es mucho lo que ha viajado, observado con una visión analítica sentida con el palpitar literario y social que ha sido su vida de ciudadano sin límites fronterizos.
Escritor nada trivial de mirada civilizadora marca un tiempo excitante de contemplación y análisis para ir entrando en las vidas de de los personajes del pasado y presente. Diría más, Tabucchi logra en estas secuencias cortas la contemplación de fragmentos alternos de una civilización entre lo real e imaginativo, que ha conocido como viajero agradecido de haber podido palpar las muchas fuentes que durante sus años ha degustado. Alimentándose de múltiples veneros con los que calmar su sed necesitada hasta adquirir una satisfacción de sentirse identificado tanto con lo real como la ficción creativa.
Deleite paralelo al dolor de la pérdida, la noticia de su último adiós del autor de Sostiene Pereira, precisamente cuando iniciaba la lectura del viaje imaginativo Los tres últimos días de Fernando Pessoa que transcurre, en la puerta del café La brasileira de Chiado,” uno de los cafés literario de Lisboa que se encuentra en el corazón de la ciudad” donde entre las mesas de la terraza se colocó hace años una estatua de bronce del poeta que fue un parroquiano habitual de tan histórico y literario café. Sentado en esta terraza, lo imagino ahora reviviendo los autores imaginarios de Pessoa y su propia obra poética. Mientras, los insultos de esa España que puede helar el corazón de todo españolito que venga al mundo, continua subiendo el tono de insultos de descalificaciones a los andaluces: ¡Ojú que frío”, la de estos andaluces que desde sus tabernas muestran, una vez más, como son capaces de frenar el avance de la España que se considera la reserva “Espiritual de Occidente”.
Antonio Tabucchi
Viajes y otros viajes
Traducción de Carlos Gumpert
Anagrama