Quizás las dos únicas obligaciones del superviviente de una guerra sean estas: una, dar gracias por su buena suerte, y otra, vivir para contar el infierno de ese horror con la esperanza de que no vuelva a repetirse.
Y basándose en testimonios y en la memoria escrita de esos supervivientes Iganacio Martínez de Pisón ha escrito «Una guerra africana»
Si todas las guerras son malditas y abominables esta novela de Martínez de Pisón nos recuerda algunas particularidades que hicieron de esa guerra en Marruecos una perfecta muestra de la injusticia y la ineptitud humanas.
Por un lado estaba ese invento llamado la cuota. Que consistía en que los pobres que eran incapaces de pagar la cantidad de dos mil pesetas para evitar que sus hijos fueran al frente tenían que acudir a la estación de tren a despedirles en su partida al norte de África esperando que esa no fuera la última vez que les vieran con vida, y por el contrario estaban aquellos que podían pagarla y conseguían que sus hijos se libraran de ir a la guerra. Pocas veces j