Y la Iglesia se topó conmigo.
CapÃtulo 51
La osadÃa de enseñar lo que no se sabe
OSADÃA. Entre las varias acepciones que tienen la RAE y otros diccionarios, me quedo con esta:
-ValentÃa en exceso debida a una falta de vergüenza o de respeto en la forma de obrar o de hablar. Y añado: o de escribir.
Está claro que no. ¿Puede una persona, una institución, una asociación, un gobierno, una comunidad, por muy inteligentes y cultos que sean, enseñar, por ejemplo, chino o biologÃa molecular si nunca han estudiado esas materias? Tampoco se nos ocurrirÃa que una persona sedentaria y obesa que no practica ningún tipo de deporte/dieta pueda ser contratada como monitor de kárate. Ni que pueda dar clases de ingenierÃa en un instituto o universidad una persona que no ha acabado el bachillerato ni tiene idea de matemáticas o fÃsica. Y lo mismo cuando se trata de situaciones en la vida que requieren experiencia y conocimientos si no se han sentido y vivido. No podemos enseñar lo que no sabemos. Llego más lejos: hasta lo que sabemos bien nos cuesta enseñarlo, sobre todo cuando entran en escena los sentimientos. No basta saber, no es honesto hablar y escribir porque se hayan oÃdo campanas sin saber dónde. No hay nada tan atrevido, dirÃa que osado, como la ignorancia. Creo que hasta aquà estamos todos de acuerdo, ¿no?
Pregunto: ¿por qué se empeñan algunos en imponer normas, orientaciones, pautas de conducta, actitudes y mecanismos que no son capaces, ni de lejos, de aplicarse a ellos mismos? Esto es algo que se observa de forma repetida en todo tipo de educadores y los que se autoproclaman maestros. Seguramente es la causa primera del fracaso. Cuántas veces se quejan los mayores del poco caso que hacen los menores (hijos, alumnos…) de sus enseñanzas, sin admitir sus propias limitaciones y carencias. AsÃ, los alumnos incapaces de orientarse en una materia o asunto determinado estudian con un profesor que no la domina ni disfruta.
El caso que me ocupa y preocupa es la desfachatez (no es un insulto, puesto que la RAE la define como una actitud atrevida e irrespetuosa) de la que ha hecho gala recientemente la Conferencia Episcopal Española al publicar un documento titulado “La verdad del amor humano. Orientaciones sobre el amor conyugal, la ideologÃa de género y la legislación familiarâ€.
Ya puestos podÃan haber adjuntado un vÃdeo para que los que ya estamos metidos en el meollo hace años aprendiéramos más del asunto (incluso siendo reincidentes en un par de ocasiones), aunque, humildemente, no creo que ni una cosa ni la otra me aporten más de lo que ya he vivido y sentido.
Asà que de la misma manera que han tenido la osadÃa de publicar dicho informe, con la misma me atrevo a plantearles a dÃa de hoy (porque habrá más próximamente) algunas cosillas, a salto de mata, porque me surgen muchas dudas. Juro que no llegaré a las casi 23.000 palabras de las que se compone el documento en cuestión.
Antes de nada: ¿amor humano? ¿No es una redundancia, lo mismo que decir persona humana? Que se sepa, el amor o es humano o no es amor, a no ser que me hablen sus eminencias del amor divino, que pongo en duda lo hayan experimentado. Por tanto, es natural que no me hablen de él. Asà y todo, ellos o ellas (digo eminencias) han tenido la osadÃa de escribir que “… el origen del amor no se encuentra en el hombre mismo, sino en el misterio de Diosâ€. Ya estamos otra vez con la palabra misterio, que, según la RAE, es un “hecho que no tiene una explicación racional conocidaâ€â€¦ También podrÃan recurrir a las palabras fe o dogma, o sea, a decir al sà porque sà y al no porque no. Dicho de otra forma: pensamiento único e indisoluble, o lo que es lo mismo, estrechez de mente.
Si esto es asÃ, cuando yo me enamoré de una mujer por primera vez, siendo cura-miembro de la Iglesia católica, apostólica y romana, pregunto: ¿era humano el amor que sentÃa por ella y viceversa? Si me dicen que sÃ, entonces es que provenÃa del misterio de Dios, con lo cual Él me daba su bendición, aunque ustedes me decÃan que era un traidor. Si me dicen que no, y yo la querÃa muchÃsimo y ella a mÃ, ¿qué clase de amor era el nuestro? ¡¡Qué lÃo que tengo en la cabeza ahora, después de tantos años!!
Ya no les doy más lata de momento y paso a plantearles mis dudas ante esto otro que dicen: “El amor conyugal es un amor comprometido, que crea plena comunión de vida entre un hombre y una mujer; es fiel y exclusivo, fecundo y para siempreâ€.
¿Se han casado ustedes alguna vez?; ¿cómo saben que esto es asÃ? Si son solteros para toda la eternidad por la ley del celibato, y el matrimonio –según esta definición– es tan sublime, joder (y perdón), ¿por qué no se cargan de una vez la puñetera ley? ¿Me van a decir que por su solterÃa están más comprometidos con Dios? Que no me lo creo, aparte de que lo he visto. Resumiendo: para ustedes, que se casen otros. Qué fácil es nadar y guardar la ropa. Y es que no es lo mismo predicar que dar trigo.
Para terminar, otra preguntita, aunque me salga por la tangente: tengo noticias de que antes de sacar a la luz este documento episcopal tuvieron no sé cuántas asambleas plenarias. ¿HabÃa alguna mujer presente en la Conferencia Episcopal trabajando en el contenido del informe y no como secretaria o sirviéndoles el café, tal y como entienden ustedes es lo que tienen que hacer las féminas?
Porque, claro, hablar de seres humanos como ellas (las mujeres), que son protagonistas principales pero no se comen una rosca, hasta injusto y deshonesto me parece, ¿no creen? Ya me dicen algo. Mientras, seguiré planteándoles mis dudas, que para eso les paga el Estado.