Cultura

Y siguió la fiesta, de Alan Riding

 «Quien no ha pasado por los horrores de una ocupación por parte de un Ejército extranjero, no tiene derecho a pronunciarse sobre lo que hace un país que sí ha pasado por ello».

                                                                                                              Alan Riding

 

Y siguió la fiesta, de Alan RidingAbro esta crónica sobre la laboriosa obra Y siguió la fiesta del autor que firma la cita. El preciso  y detallado contenido es lo más cercano y objetivo a realidad de lo ocurrido en Francia con la ocupada por los Nazi, crónica viva de un pasado con claridad documental de amena narración, durante aquellos años de euforia hitleriana e imponente poder de Hitler obsesionado con la toma de París y la apuesta por la reconversión del imperio cultural de Francia. Para los franceses que optaron por la lucha clandestina contra los alemanas, los que arriesgaron  sus vidas y muchos la perdieron, es un capítulo de la historia del país galo que ha permanecido en la memoria al ser ellos los protagonistas y heredada  posteriormente por las nuevas generaciones ya viviendo de nuevo en libertad en un país destrozado pero culto y orgulloso de si mismo.

Si se piensa en españoles  que puedan leer este intenso y documentado libro cuya lectura no aburre por la agilidad expresiva, inevitablemente acudirán a la comparación de la España de la guerra civil a la que se le tiene que sumar los cuarenta años de una feroz reprensión, especialmente en los primeros veinte años de dictadura. También  no se debe de olvidar a esa plebe de desmemoriados que  han cambiado la camisa por un menú que no es el de las lentejas de Negrín.

Cuando corría la década de los años treinta París, como escribió Hemingway era una fiesta, la capital de la cultura del mundo, nada a comparar con un mero escaparate de cara a la galería. París fue una realidad cultura de sólida raíces, sin ningún género de dudasEn abril de 1940, la vida nocturna de París incluía 105 cines, 25 teatros, 14 music halls y 21 cabarés”. A continuación la ciudad fue ocupada los las tropas de Hitler, y paralelamente la persecución de los judíos hasta su exterminación y la rapiña de toda clase de valores. Todo un control absoluto de un poder bélico con el que se crea una estructura de comisarios culturales-policiales verdaderamente impresionante. En sus comportamientos y objetivos donde queda  claro el verdadero complejo y obsesión frente a la cultura del país de Víctor Hugo y Proust. Por eso siguió la fiesta en el París donde Picasso ya era un genio reconocido y el Louvre una codicia enloquecedora. Algo igualmente deslumbrante los numerosos artistas, escritores, músicos y actores, si no eran judíos, una vez controlados todos los resortes de la gran metrópoli, que se volcaron desde órdenes muy concretas y estudiadas al esfuerzo por atraerlos a ese ingente mundo de la creación cultural utilizando guante blanco y prebendas. París no podía dar imagen de ciudad ocupada, su nivel cultural tenía que continuar mostrando su escaparate al mundo.

Esta es la verdadera situación, unos grupos optan por la clandestinidad y la resistencia concientes de que “los escritores, los intelectuales gozan de privilegios en los buenos tiempos y tienen responsabilidades en los malos” Los que permanecen tiene que vivir, continuar su vida en la medida que les sea posible, cada cual buscó la solución, unos con dignidad, otros con descaro por su ideología conservadora la colaboración voluntaria con el nazismo. Tengamos en cuenta que En Francia, en seis semanas el Ejército más poderoso de Europa la hundió en una sorpréndete derrota y Rusia y Alemania habían firmado un pacto, todo ese mundo intelectual conocía la frase de Anthony Eden secretario de Asuntos Exteriores británicos durante la guerra:”Los intelectuales tienen que asumir responsabilidad en los malos tiempos”. El hecho real es como a lo largo de la historia, una vez más los escritores fueron los que comprendieron el compromiso  que este recaía sobre ellos adoptando una acción conjunta y definida, defender y  combatir con las armas y las letras a Francia la libertad que por el peso de la historia le correspondía.

Estamos antes una obra responsable  y objetiva que aborda un tema en el que   nuestro presente no puede ser ajeno ante los poderes fácticos, en España también religiosos, que  obliga a vivir bajo un nuevo modelo de dictadura económica que, aunque no refleja un aspecto sangriento de persecuciones, fusilamientos y campos de exterminios, no deja por ello de ser una dictadura feroz  con  disfraz de  democracia, llevando a cabo la crucifixión de miles de familias que paulatinamente van perdiendo sus derechos. Alan  Riding expone a modo de comparación y que sin género de ninguna duda está adquiriendo una conciencia social e intelectual de resistencia y denuncia, luego recordemos la cita en excelente crítico francés Paulhan que fue un claro enemigo crítico del nazismo desde el propio París  “Puedes aplastar una abeja con la mano hasta que se asfixie. Pero no se asfixiará sin antes picarte”.

Tras la lectura de este buen libro, uno se siente abeja contra la ocupación de la dictadura de los poderes económicos sobre la clase media y la clase trabajadora, definición esta última, que suele molestar hasta en los denominados “sindicatos de clase”.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.