Si partimos de la base de que un ser humano enamorado pierde la razón, llegamos a la conclusión de que, en un princicipio, todo ser humano disfruta de razón, al menos hasta que la pierde, aunque muchas veces nos entre la duda de la rigurosidad de esa conclusión.
Si concluímos, entonces, que todo ser humano disfruta de razón podemos deducir, sin temor a equivocarnos, que durante su vida realizará acciones lógicas y racionales, todas fruto de una reflexión interna concienzuda y sin presiones de ningún tipo.
Si damos por supuesto que el ser humano realiza acciones lógicas y racionales durante su vida estamos ante la tesitura de que nosotros, tú y yo, no somos seres humanos.
Porque el número de acciones lógicas y racionales que hacemos a lo largo de nuestra vida no es, ni mucho menos la mayoría y si es, por contra, una inmensa minoría, estilo La 2, vamos.
No es lógico estudiar una carrera universitaria en España, donde sabes que no se aprecia el valor añadido de la formación; va contra natura el hipotecarse durante cuarenta años, lo que te obliga a pagar casi el doble por tu casa; y hace daño a la razón el comprobar que regimos nuestras vidas por las posesiones que tenemos.
Tenemos, por tanto, que asumir, en un gesto que nos honra, que no somos seres humanos, sino primates avanzados con suerte en la vida, y cualquier otra conclusión no sería más que un ejercicio de arrogancia perniciosa.
¡Primates del mundo, unámonos en nuestra lucha contra el ser humano! Sé que sois muchos, no lo queréis reconocer, lo sufrís en silencio, como las hemorroides, pero ahora, ahora es el momento de salir del anonimato. Yo soy un primate, ¿y tú?