La prensa nacional anuncia a bombo y platillo el próximo encuentro en la Casa Blanca entre el presidente del Gobierno español, Rodríguez Zapatero, y el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama.
Será éste el primer encuentro fuera de reuniones internacionales, es decir, un «cara a cara» entre ambos países. Los dos dirigentes tienen dificultades en su respectivo ámbito político, pero un observador atento puede apreciar que son de distinta naturaleza. Las de Obama son más de descontento de parte de la sociedad sobre la implantación de un modelo de seguridad social obligatoria, que la prensa ya ha bautizado como «Obamacare«. Las de Zapatero, por contra, derivan de una crisis galopante que ya va siendo restañada en los Estados Unidos de América, pero también en los más adelantados países de Europa Occidental, excepto en una España que se asoma al vértigo del abismo.
Para refugiarse de ese abismo, el mandatario hispano se arroja en brazos del presidente americano. La aureola de Obama es vista como parte importante de la estrategia socialista en el exterior, a pesar de que comporta un compromiso de aumentar las tropas españolas en Afganistán y una implicación de cara a las relaciones con Irán o a admitir a los liberados de Guantánamo. Sobre esto, resulta irónico considerar que la base norteamericana es producto de la guerra de conquista que los EUA efectuaron haca más de un siglo sobre Cuba contra España. Ahora, del territorio «irredento», nos van a llegar aquellos sobre los que no ha podido formularse acusación formal de terrorismo, y que los americanos no quieren devolver a sus países, se dice, que por temor a lo que allí les pueda pasar.
Es dudable que para revitalizar un gobierno moribundo la solución venga del exterior, máxime cuando al final vamos a cargar los problemas de otros. Tampoco parece que el mítico carisma (en horas bajas) de Obama pueda «pegársele» al primer ministro español por ósmosis. Esperemos, sin embargo, que el 13 de octubre, se cierre el capítulo de recelo americano; un capítulo, que, precisamente inauguró un 12 de octubre con un mal gesto el entonces jefe de la oposición y hoy presidente, Rodríguez Zapatero.