Hace unos días asistí a una exposición de cuadros de una buena amiga. Cuando estaba observando una pintura al óleo, un muchacho de piel nívea, ojos negros rasgados y vestimenta estrafalaria se me acercó y, sin presentarse, me espetó a bocajarro con tono muy desagradable:
–– ¿A quién hay que matar en este país para que te editen un libro?
–– ¡A nadie!––exclamé, repasándolo de arriba abajo.
Y seguí observando el paisaje fluvial que estaba en completa concordancia con el frío y el agua que ese día estaba cayendo en mi ciudad. Sin darle mayor importancia a la cuestión.
––¿Y es cierto eso que dicen de que los premios literarios están”supuestamente” pactados?–– inquirió.
Volteé la cabeza, de nuevo, y clavé mi mirada azul- verdosa en sus encendidas pupilas.
––No te puedo contestar algo que no sé––dije en tono cortante––. Eso deberías preguntárselo a los editores, a los afortunados premiados, o a los miembros del jurado.
Hizo ademán de volver a abrir la boca y tuve la ligera impresión de que iba a bombardearme con más interrogaciones. Así como él se había tomado la libertad de interrogarme por las buenas, yo me tomé la licencia de indagar en su vida privada (con su consentimiento, por supuesto) mientras nuestra vista deambulaba por la iluminadísima sala de exposiciones:
El muchacho me contó que llevaba varios años paseando una novela por los certámenes literarios, las editoriales y los despachos de los agentes literarios, y estaba que se lo llevaban los demonios, porque de las poquísimas editoriales que habían tenido la gentileza de remitirle una carta tipo, rechazaron su manuscrito.
Es cierto que hacerse un hueco en el mundo literario, siendo un desconocido, es bastante complicado y difícil, aunque no imposible y la esperanza es lo único que se pierde porque la vida pega muchas vueltas y el destino es caprichoso.
De los libros que tienen la suerte de salir al mercado, por el motivo que sea (ahí no entro, prefiero pasar de puntillas porque creo que me metería en un tema delicado…), y cada persona en su editorial, está en todo su derecho de hacer lo que le venga en gana y gastarse el dinero de sus clientes como crea conveniente. No todos ellos están debidamente promocionados y aunque estén editados no se venden porque no se sabe que existen o no tienen una buena distribución.
De hecho hay obras con una extraordinaria calidad literaria que pasan desapercibidas a los ojos del lector, o que no se entienden, ya que están escritas para una minoría y no pasan de boca en boca, afortunadamente también se da el caso contrario, novelas que saltan a la fama de la noche a la mañana convirtiéndose en Best sellers porque se les ha dado el suficiente apoyo económico para llegar a ser atractivamente comerciales.
Y en lo referente al asunto que concierne al muchacho que encontré en la exposición de pintura:
Querid@ lector/a (suponiendo que haya alguien que lea este artículo con lo cual aprovecho la ocasión para darle las gracias y desearle felices fiestas).
¿Pensáis que los concursos literarios están “supuestamente” pactados…?