A mandÃbula batiente
– Maestro, ¿el Mulá llegó a trabajar en aquel caravan sérail en el que pretendÃa el puesto del propietario?
– ¡Pues claro que se presentó al dÃa siguiente! TenÃa que pagar unas deudas de juego y otras de los dulces que comÃa en la Casa de té, al fiado.
– ¿Era goloso?
– Como un niño. Una vez, estaba tan hambriento que se puso a comer a dos manos. El camarero le preguntó: “¿Cómo puede usted comer a dos manos siendo un Mulá?†Y NasrudÃn le respondió, sin inmutarse y sin dejar de masticar a mandÃbula batiente, “¡Porque no tengo tres!â€
– Pero eso no es muy edificante, que digamos -arguyó Sergei.
– Es que NasrudÃn nunca busca edificar sino escandalizar, remover nuestra conciencia, hacer tambalearse nuestros hábitos.
– ¿Para que despierten?
– No, para que caigan en la cuenta de que igual que comer a dos carrillos es lo que hacen muchas personas con el trabajo, con el deporte, con los cosméticos, con las compras, con el estudio, con la limpieza o con el sexo. Y es gente que pasa por prudente y que hasta es admirada en nuestra sociedad.
– Hasta en la escuela, – intervino Ting Chang-, nos hacen creer que cuánto más, es mejor. Más libros, más conocimiento, más memoria, más esfuerzo, más competitividad. Más de todo. Hasta hacer neurosis de carácter, de repetición y de orden, para intentar protegerse.
– Sobre todo, más poder y más dinero, más ego y más soledad -, concluyó con tristeza el Maestro.
– Ayer no nos contaste – concedió Sergei – , qué tal le fue en el trabajo.
– Bueno, pues, el Mulá llegó con su cestillo de herramientas, entró en el almacén y lo depositó en una estanterÃa. Después, se dirigió a la puerta dispuesto a salir a la calle. “Pero, ¿adónde vas, Mulá?â€, le preguntó el propietario. “A cortarme el peloâ€, respondió NasrudÃn. “¡No es posible ir a la barberÃa en el tiempo de trabajo!â€, intentó razonar el dueño al borde del colapso. “Pero el pelo me ha crecido en este tiempo de trabajoâ€, le dijo con total convicción el Mulá. “¡No es posible que todo el pelo te haya crecido desde que entraste en esta casa, venerable Mulá! Me estás volviendo locoâ€. “Bueno – concedió NasrudÃn -, entonces, le diré al barbero que no me lo corte del todo, sólo rebajar un pocoâ€.
– ¡Es increÃble este Mulá! – dijeron al unÃsono los dos discÃpulos -.
– Pero es sabio, sin duda alguna. Mirad a vuestro alrededor y lo comprobaréis. En cada salida de pata de banco del Mulá hay una enseñanza. Pero vamos a recoger moras o no tendremos mermelada durante el invierno. ¿No te habrá crecido el pelo, Sergei?- le preguntó animoso y cómplice-.
J. C. Gª Fajardo