Sociopolítica

¿Hay ahora más conflictos armados en el mundo?

El escaso rigor con que los medios de comunicación informan sobre los conflictos armados o el terrorismo influye en la percepción de inseguridad que tiene el mundo.

Diversas bases de datos científicas demuestran que el número de guerras fue en aumento entre 1946 y 1991, y que desde el fin de la bipolaridad se ha producido una tendencia a reducirse. La mayoría de las guerras y de los conflictos armados no bélicos surgen y se desarrollan en el interior de los Estados y no en el contexto internacional.

Los conflictos armados de las dos últimas décadas provocan menos víctimas directas que en períodos anteriores. De los 325 conflictos violentos censados entre 1946 y 2007, 26 se iniciaron en la segunda mitad del siglo XX y alcanzaron los primeros años del siglo XXI. Entre estos últimos, 7 fueron guerras en las que se estima que en cada una de ellas el número de muertos fue igual o superior a 100.000, alcanzando un total de 4.900.000 víctimas. De acuerdo con esta misma fuente, sólo dos guerras de las desencadenadas en el siglo XXI han superado el umbral de los 100.000 muertos: la intervención anglo-americana en Irak y la guerra en Sudán.

Aunque la duración de las guerras se ha reducido sensiblemente en las últimas décadas, la duración media todavía se sitúa entre 3 y 5 años, pero sobre todo destaca la duración de los conflictos armados que anteceden y siguen a las guerras ya que pueden alcanzar fácilmente una duración superior a la década.

Como en etapas anteriores, una parte muy significativa de la violencia bélica se dirige contra la población civil indefensa como parte de la estrategia para lograr destruir la moral bélica del enemigo. Las prácticas de genocidio o de crímenes de guerra siguen siendo demasiado habituales, aunque se hayan reducido numéricamente respecto de otros períodos anteriores.

En este breve repaso general, conviene dedicar algunas reflexiones a la violencia terrorista, aunque sólo sea para aclarar algunos mitos. En efecto, según una de las diversas bases de datos, entre 1968 y 2006 se censaron 28.738 atentados terroristas con 40.544 muertos y 98.659 heridos. La mayoría de los atentados fueron cometidos por grupos de ideología nacionalista y/o separatista. Sin embargo, los atentados cometidos por grupos de ideología religiosa causaron un número mucho mayor de víctimas.

Si nos centramos en el terrorismo yihadista, la abrumadora mayoría de sus atentados y de sus víctimas no fueron ciudadanos occidentales y mucho menos norteamericanos. Sus víctimas fueron sobre todo musulmanes moderados y los países en los que realizaron sus atentados fueron casi exclusivamente países de religión musulmana. La propaganda que difunden no se corresponde con los ataques que realizan.

Siendo Europa la segunda región con mayor número de atentados (19,1 %), por detrás de Oriente Medio y el Golfo Pérsico (37,3 %), sin embargo el reducido número de víctimas, 3,9 % de muertos y 6,8 % de heridos totales, demuestra que las políticas antiterroristas desarrolladas sí resultan eficaces para impedir sus efectos más destructivos, es decir la mayoría de los atentados indiscriminados.

Ello nos lleva a nuestra última reflexión. En la actualidad, la globalización de los medios de comunicación está ocasionando un conocimiento y un seguimiento más exhaustivo que en el pasado de los conflictos armados, especialmente de las guerras y el terrorismo, acentuando así la percepción de inseguridad en la opinión pública mundial.

Buena parte de esta percepción de mayor inseguridad es debida al escaso rigor con el que los medios de comunicación informan (o desinforman) a los ciudadanos sobre la realidad de la violencia armada que existe en el mundo. La arbitrariedad con la que presentan o silencian en las portadas de los periódicos y los informativos las noticias sobre los conflictos armados; el escaso rigor con el que manejan el número de víctimas; la falta de contraste de las noticias; la prioridad de la primicia informativa sobre la veracidad de la noticia o el escaso conocimiento del conflicto y la falta de experiencia de los corresponsales, son algunas de las causas que explican el escaso rigor mediático sobre estos temas.

Tal vez ha llegado el momento en que los ciudadanos y los gobiernos exijamos más rigor al llamado cuarto poder para que se someta al dictado de la ética de la verdad. Nos jugamos algo más que la libertad de información, nos jugamos la paz.

Rafael Calduch Cervera

Catedrático de Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.