Cultura

El balón del número cinco

Sí, yo también formaba parte de aquella grey infantil que se partía la cara jugando al fútbol casi todas las tardes en la plazoleta de tierra de la Isla Chica. Mi demarcación (se dice así, ¿no?) era la de defensa derecho (que entonces eran defensas los que estaban arropando al portero), porque lo que es con la izquierda no daba ni una, ya ven. Pues, a esa plazoleta –no sé qué clase de imán tendría- se desplazaban jugadores de la mayoría de las calles colindantes. Y a algunos de ellos les tocaría la varita mágica y destacarían, al cabo del tiempo, tanto en la competición provincial como nacional. Fue el caso de los hermanos Mora, el Paqui y el Izqui, que yo recuerde. Y no se lo pierdan: hasta el mismísimo Paco Mendoza, que fuera presidente del “Recre”, se acercaba desde su barriada de Tartessos, con la camiseta puesta y defendiendo a ultranza todo aquello que tenía que ver con el equipo de nuestros amores.

No saben ustedes la que organizábamos en esa plazoleta, a base de practicar el deporte rey. Eso sí, aguantando la continua regañina de nuestras vecinas, “la gallega” y Fina. Pero nosotros, a lo nuestro: al toque de la pelota de goma, que el balón vendría luego. Y cómo vino. Mi padre, que en uno de los salones de la casa tenía instalada una escuela y que era más generoso que Baltasar, nos sorprendió a todos un viernes trayendo bajo los brazos nada más y nada menos que un balón de reglamento, de color amarillo, y del número cinco. Una vez que salimos del asombro y la alegría, nos citó para la mañana del domingo siguiente, que en los terrenos de “la Pista” estrenaríamos el cuero. Una mañana, como pueden comprender, totalmente inolvidable.

Y viene este recorte de mi vida a cuento, porque en este mes cumple “el abuelo del fútbol español” sus 122 años de existencia. Toda una vida, como en la canción. Todo un cúmulo de experiencias, unas alegres y otras menos alegres, como en la vida. Pero aquí sigue, pespunteando la historia deportiva de este país y, por encima de todo, la historia de una pequeña ciudad marinera a la que pusieron por nombre Huelva. Y vuelvo a bucear hoy en el periplo histórico del Real Club Recreativo de Huelva –como hice en cuanto salió a la luz- de la mano de los amigos Diego Becerril y Antonio La O, con su obra Historia del Real Club Recreativo de Huelva 1889-2003. De Club de Recreo a Sociedad Anónima Deportiva, contada a corazón abierto, y que fue editada por la Excma. Diputación Provincial y Fundación El Monte.

Recuerdo tras recuerdo y a cada cual más entrañable. Y es que cada página de cada uno de los cuatro tomos de que consta esta obra es un fluir constante de los sentimientos de quienes han vivido y viven la trayectoria de la entidad decana del fútbol hispano.  Y como no me importa repetirme, digo que sus autores se entregaron con verdadera pasión a la hermosa tarea de ofrecer a los onubenses lo que son auténticas joyas documentales. ¡Con qué esplendor y categoría se ve reflejado “el Recre”! ¡Cuánto trabajo oculto, y no exento de dificultades de todo tipo, tuvieron que desarrollar Diego Becerril y Antonio La O para que el Huelva Recreation Club, de la mano de su primer presidente, Charles Adams, llegara a los lectores como Real Club Recreativo de Huelva, Sociedad Anónima Deportiva, bajo la batuta de Francisco Mendoza.

Una vez que la obra saltó a los escaparates y al requerimiento mío de dónde podía adquirirla, Antonio La O me pidió –una vez que la leyera- la opinión acerca de este trabajo arduo y monumental. Pues ya sabéis, Antonio y Diego, que en su día os la expuse en el antiguo Odiel y ahora –aprovechando que “el abuelo” cumple- también lo hago en este diario, en El Librepensador. Como en aquella ocasión, vuelvo a reiteraros mi agradecimiento personal –y estoy seguro que muchos otros os lo habrán agradecido igualmente- por el enorme esfuerzo desarrollado en su día con el objetivo de lograr que la historia del Real Club Recreativo de Huelva sea en todo momento el referente claro de consulta permanente para el buen aficionado, para el recreativista “hasta la muerte”, para los hijos de la vieja Onuba. Y no lo dudéis, para el chaval al que regalaron un viernes, hace ya muchos años, un balón amarillo del número cinco.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.