Sociopolítica

No solo es culpable el Sistema

En el día a día informativo, las noticias sobre gentes que cometen diversos tipos de delitos, repudian a quienes los cometen, los apoyan con su silencio o su justificación, o se saltan los códigos normales de la convivencia saltan desde las pantallas o las páginas de los diarios con tal abundancia que abruma. Delitos como asesinatos a mujeres, guerras asesinas, fraudes financieros; delitos contra personas y entre personas; delitos de abusos a menores, a empleados, a pacientes, a clientes; delitos contra las normas de tráfico que producen muertes diarias a propios y terceros, delitos por tráfico de drogas o de personas, delitos contra animales y la Naturaleza…

caminantes

Foto: shaorang

La lista no cesa de engrosar los volúmenes de los códigos penales ,las mesas de jueces y tribunales y la lista de reos. Quienes los cometen son personas de todas las clases sociales y de todos los niveles culturales. ¿Son todos ellos víctimas del Sistema, o por el contrario, colaboran con el sistema, con su violencia institucional, con su falta de respeto a los seres humanos y a la Naturaleza y con su desprecio a la vida?

Quienes desean magnificar el poder del Sistema dicen: Si un pobre se suicida, es una víctima del Sistema, que  le ha impedido ejercer  su libre albedrío; si  alguien atraca un banco o defrauda a Hacienda es una víctima del sistema, porque le ha hecho codicioso, etc. Y lo mismo se podría decir de los ricos, poderosos y famosos: ¿A caso no se suicidan también o defraudan a Hacienda más que nadie?  ¿No son también los ricos víctimas de su propio sistema cuando se desploma la Bolsa y se hunden sus empresas o negocios mientras hasta ese momento a su vez explotan a los que pueden?

La pregunta sería: ¿es que ninguno de los mencionados tiene voluntad propia o es incapaz de discriminar el alcance de sus acciones? ¿Son marionetas del Sistema, o seres capaces de ejercer su libre voluntad? ¿Pueden negarse a seguir siendo comparsas? Y en este caso, ¿con qué herramientas cuentan?

En mis estudios de Sociología nunca acababa de comprender el origen profundo del comportamiento social cuando este se convertía en lo contrario de lo que debería ser moral y socialmente. Profesores y diversos intelectuales  progresistas predican  una  especie de axioma que les ha caracterizado y se resisten a abandonar: el capitalismo como sistema de producción se ha adueñado de los gobiernos y es responsable de cuanto mal acontece a los trabajadores y ciudadanos. Podríamos preguntar; ¿es que nadie tiene voluntad propia? Admitir tal poder del Sistema sobre nuestras acciones sería admitir  una condena inexorable a la esclavitud.

Es verdad que  el capitalismo es  conductista, agresivo e inmoral por su propia naturaleza de ave de rapiña. Cada capitalista es un competidor de los otros que tiende a engañar, expropiar, dominar, excluir y explotar a quien cae bajo su influencia. Esto es verdad, pero defender a ultranza el pensamiento de la culpabilidad absoluta del Sistema es sin embargo, peligroso, porque exime a los ciudadanos de toda responsabilidad en los males sociales, y si se piensa bien, es conceder muy poco valor a su independencia moral y a su libertad de elección.  A fin de cuentas, ¿no es cierto que entre todos hemos colaborado a poner en pie el mundo que nos toca soportar?

Estamos poniendo ahora  el dedo en una llaga bien dolorosa, la llaga de la sumisión de los millones que se dejan llevar como rebaño al matadero y aceptan las reglas del patrón  por dolorosas que sean. Las aceptan porque esperan que el patrón, que es perverso, explota y mata, llegue  a sentir compasión. Entre tanto, creen que lo mejor es imitarle en vez de oponerse a su voluntad, pues ¿no es cierto que los ciudadanos aceptan  mayoritariamente al mismo Sistema que les perjudica, y que esas mayorías aspiran a  medrar voluntariamente en él?

Viendo cómo suelen actuar en beneficio propio los llamados representantes públicos  de los ciudadanos, los  prohombres de portadas que alcanzan cierta influencia sobre otros y los llamados nuevos ricos, estamos obligados a preguntarnos: ¿Es tan culpable el sistema como ellos mismos? ¿No es cierto entonces  que muchos que critican al capitalismo lo hacen por estar resentidos y frustrados en ese su deseo de “triunfar” que significa dinero, poder y reconocimiento,  y que la gente corriente juega a la lotería porque aspira a ser rica y tener todo eso? Semivíctimas y semicómplices, no nos engañemos. En las mayorías dormidas domina su apetencia de TENER  por encima de su necesidad moral de SER y evolucionar. Prefieren su promoción social antes que su promoción espiritual y por ello tienen una forma errónea de enfrentarse a la vida.

Sin embargo, todos podemos elegir, que para eso está el libre albedrío, la voluntad y la razón, las creencias espirituales al margen de las religiones del Sistema y tantos otros argumentos de los cuales echar mano según las posibilidades personales, y la actitud ante la vida independientemente de la clase social y del sistema dominante. Para eso están las leyes esenciales de la conciencia que expresan los Diez Mandamientos y el Sermón de la Montaña. Después de todo, la bondad, la generosidad, y, desde luego, la capacidad de rebelarse contra las injusticias, están al alcance de cualquiera que piense con cordura. Caminos, hay, Caminantes, los que quieran.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.