Más allá de la duda razonable se encuentra la verdad, la esencia de la realidad, el sueño irrealizable de los filósofos, la sentencia de los reos, la disciplencia de la amada, el rencor del ultrajado, el camino de ida y vuelta.
La quimera del siglo XXI no es la obtención del Santo Grial ni la persecución de El Dorado, temas pretéritos, ajenos, ajados por la historia, sino la solución a la duda, el llegar al más allá, al más allá de la duda razonable.
No cabe pregunta sin respuesta, ni respuesta sin pregunta, porque no se entiende una consecuencia sin su causa, ni una causa sin su consecuencia, y el ser humano es dueño de sus actos, y de las consecuencias que estos provocan, por ello duda.
Al dudar navega en la incertidumbre, aguas rápidas de la razón, ignorante de su propio destino, descreído del destino, abocado a vagar sin rumbo fijo hasta que la duda se resuelva o la vida se disuelva.
La vida es duda, como la duda es vida, sin vida no hay duda y sin duda no hay vida, la una arrastra a la otra hacia la posada del no saber cuya némesis es un lugar situado más allá de la duda razonable.
