Motivada por un artículo sobre el particular (ver titulado) aparecido semanas atrás en el blog de Fratertempli, he querido hacer una corta apreciación personal sobre el caso de los argentinos que han adoptado a España como segunda patria.
Todos sabemos que la querida península no atraviesa su mejor momento, como tantos países de Europa, del mismo modo que los Estados Unidos, habitualmente potencia internacional indiscutible de la libre empresa y cara oficial del capitalismo.
Sobre los argentinos que emigran quiero decir que, en efecto, como se manifestara en Fratertempli, la mayoría de ellos son personas con educación (secundaria al menos, terciaria/universitaria en muchísimos casos) que buscan fuera de su país aquello que por derecho de argentinos nativos debiera dárseles (y de continuo se les niega) en su tierra.
El hecho de recorrer un camino en las aulas, no garantiza en Argentina el derecho a trabajar. Luego de los trágicos años noventa y algunos cuantos del 2000, el trabajo que se consigue no es garantía de permanencia en el mismo. Las empresas, por las causas que sean, cambian con frecuencia de personal y en incontables casos, obligan a sus dependientes a trabajar horas extraordinarias sin paga extraordinaria o, como comúnmente se denomina, los encaja en el sistema “en negro”, esto es, sin obra social ni aportes a futuras pensiones de vejez (jubilaciones).
Esto, en gran medida, ayuda a que el joven argentino (y el no tan joven también) emigre a otros países buscando una mejor salida laboral y sobre todo, cierta seguridad en el contexto de la salud, de la estabilidad, etc. No siempre lo consigue, menos aún en épocas actuales, pero cuando lo logra, establece la diferencia entre un país desarrollado (aunque en crisis) y el que le vio nacer.
No es lo mismo el capitalismo en las cúpulas que en la periferia, esto es en Latinoamérica, donde nunca será, en esencia, verdadero capitalismo tampoco. Este estará representado por grupos de familias poderosas y empresas internacionales que ahogan a las nativas, en este caso, a las argentinas. No siempre, claro está, pero con demasiada frecuencia.
Por otra parte, el acceso restringido y caro al crédito, hace que el emprendedor se las vea en figurillas al momento de desear concretar sus planes. Y esto lo acongoja pues ve que su talento no tiene respaldo, volviéndose a veces una pesadilla.
Como lo hacían nuestros ancestros cuando huían de las guerras frecuentes en Europa y de las hambrunas que les sucedían, (acudiendo a refugiarse en las Américas) ahora lo hacen los argentinos buscadores de empleos y de posibilidades de lanzarse a los negocios, proseguir estudios superiores, y se lanzan en busca de su futuro laboral a los brazos de la Madre Patria, Italia, Canadá, etc.
Con los años, muchos regresan y permanecen en su país, Argentina, y la opción resulta afortunada. Otros en vez, vienen con algún capital para volver a irse acobardados al comprobar que todo sigue igual que antes y que el regreso fue un error de cálculo.
Por el momento, nuestro país educa adecuadamente a sus hijos para luego dejarles ir. Un gasto enorme que no cesa. Las carreras tradicionales (abogados, médicos, ingenieros) siguen siendo las preferidas para la salida laboral, en detrimento de otras nuevas más acordes a los tiempos actuales.
Y el juego pareciera seguir de este modo: Quien tiene suerte o contactos políticos se queda, y quien no, emigra o se frustra. Tampoco se descarta a aquellos que logran por sí mismos todo lo esperado dentro de sus fronteras. Ellos pueden decir que lograron su cometido.
En cuanto al resto, ¡a buscar nuevos horizontes se ha dicho!!!
Mary-Su Sarlat, madre de exiliados económicos.