Consonancias, 40
El pasado fin de semana, el Royal Czech Ballet ha representado, en el Teatro Principal de Zaragoza, ‘El Lago de los Cisnes’, el ballet más conocido con música de Tchaikovski, estrenado en 1877 en el teatro Bolshoi de Moscú. La interpretación de las primeras figuras, Maria Poliudova, en los papeles de Odette y Odile, y de Vladimir Statnii, como Sigfrido, fue sobresaliente, así como la de Constantin Tcaci en el papel de bufón y la de Alexandr Balan interpretando al mago von Rothbart. El resto de la compañía, un cuerpo de baile compuesto por 25 personas, tuvo una actuación notable.
El ballet que llamamos clásico nació en Francia, en los tiempos del siglo de oro, del rey Sol, de los palacios lujosos, de las damas luciendo hermosos vestidos largos. Todos los cortesanos comenzaron a practicar danzas cada vez más refinadas. Querían diferenciarse del resto de los mortales, ser más finos y educados, por lo que se negaban a participar en las fiestas del pueblo. De ese modo crearon una forma muy sofisticada de bailar e inventaron el ballet. La danza, que había sido generada siempre por la pasión y el impulso, se basó ahora en la búsqueda de un elemento nuevo: la belleza del movimiento. Los hombres y mujeres de las cortes europeas querían ser bellos y elegantes e inventaron una danza bella y elegante para serlo.
El ballet clásico no permaneció mucho tiempo en las cortes, pues cada vez requirió un mayor entrenamiento para ejecutarlo. De este modo la danza se convirtió en arte, en un espectáculo interpretado por gente dedicada a la nueva profesión de bailar. La burguesía comenzó a ir al teatro para escuchar historias enmarcadas por la música, el vestuario y los decorados.
El ballet se basa así en la búsqueda de la belleza a través de los movimientos, utilizando todos los recursos corporales y amparados en una música acorde. Las bailarinas giran sobre las puntas de los dedos de sus pies, gracias a la invención de las zapatillas de punta, que las hacen parecer más delicadas, y ágiles, como plumas flotando al viento, capaces de girar y saltar tantas veces y tan rápidamente que su baile resulte acrobático. Algo parecido sucede con los bailarines.
La danza clásica se mantuvo hasta finales del siglo XIX, cuando los cambios en la sociedad y en su sentido de la belleza hicieron variar los conceptos que hoy se aplican. En la actualidad, convive con la danza moderna, de estructuras más libres y recursos más amplios. Una muestra de ella ha sido la representación, también durante este fin de semana, del espectáculo titulado ‘Bach’ que ha puesto sobre el escenario del zaragozano Teatro del Mercado la compañía Mal Pelo, a través de su directora María Muñoz. Se trata de un trabajo de puro movimiento sobre la obra ‘El Clave Bien Temperado’ de Johann Sebastian Bach, interpretada al piano por Glenn Gould. Es el resultado de varios años de investigación sobre el movimiento y la presencia escénica. Con más de 80 representaciones desde su estreno en 2004, se ha visto por todo el mundo y recibió en 2009 el Premio Nacional de Danza del Ministerio de Cultura. No son precisos más comentarios que un encendido aplauso.