En el vuelo aéreo que surca el cielo de Bagdad, rumbo a Amman, Jordania, el inversionista se acomodó en su asiento de primera clase. Orondo el rostro, el gesto feliz. Es uno de 107 pasajeros abordo. Está, sin nervios, pero anotó en una libretica que su publicidad de «Ludi Ceriales», que proyecta su imagen para las ventas de la Co., con la frase Brooks Querido, no está siendo transmitida por la gigantesca video-pantalla electrónica del Aeropuerto. Es importante. Serán cada año casi 7.5 millones de pasajeros, sumados otros millones de familiares que les reciban, los que vean el rostro del ‘gringuito querido’ de los cereales.
No se mortificará. Ya es tarde para hacer una llamada a Kifah H. Jabbar, el CEO del aeropuerto, sobre esta irregularidad. «Es Navidad». Su familia y mejores amigos viajaron, desde los EE.UU., y le tiene una fiesta de bienvenida en las afueras de Amman porque él, con su inteligencia ejecutiva, es un lince para los negocios y, cuando se trata de su familia, proveedor supremo. Con un detalle para cada uno. Se carga de paquetes y obsequios especiales.
El éxito lo ha vuelto generoso. Regala joyas finas que sabe agenciarse en el mercado y no lo le importa si negro, o si blanco. Es un ejecutivo que se arriesga y representa a las industrias de cereales y alimentos lácteos, más prestigiosas; por tal razón, se siente más allá de las disputas bélicas y los recelos de personalidades.
Dentro de poco, Iraqi Airways tendrá 22 destinos al que volar. Este gringuito simpático los conoce ya casi todos, desde la inauguración de la aerolínea en 1949. Habla un poquito de francés y, especiamente, árabe, cosas básicas y agradables, como «tenga usted un día maravilloso», «aprecio todas sus gentilezas» y no falta el «gracias de todo corazón».
Mr. Brooke nunca expresa miedo. Es un vendedor de cereales, no un político, no un occidental islamofóbico. Y mire que no lo es. Le gustan los turbantes y las vestimentas del Oriente Medio. Hará casi seis años, hasta los iraníes lo adoraban. La Revolución Iraní estaba en boga, siempre con algo del caos político y la mala propaganda a Occidente, «sí, sí… pero el prestigio de mis cereales intacto». Su mercadeo daba a todos una esperanza de que es posible un buen sabor de boca, poner a un lado disputas fronterizas, miedos iraquíes o vecinales. Mr. Brooks vendía muy bien la idea. Tenía una implicación de reconciliaciones Este-Oeste.
«The Corn’s flakes de Brooks’s nutre a la Defa’-e-moghaddas / la Defensa Sagrada» de Irán. Mr. Brooks estuvo consciente, desde 1980, que a Irán fue Saddam quien declaró una guerra sin aviso. «Guerra-Impuesta» como la llaman en Irán, «ésto exige tacto». Puede que se cierre para Mr. Brooks ese mercado de sus cereales. Y piensa, gane quien gane, el cereal no tiene la culpa. Que las importaciones nadie las toque.
«Mi cereal debe ser disfrutado por vencedores y vencidos durante esta guerra: Irán-Iraq». Mr. Brooks va pensando muchas cosas. Una es cómo se agenció sus avisos publicitarios, siempre dulces, dirigidos a la familia, a lo sentimental, a lo azul… Están personalizados para cada país. Se atrevió a utilizar la fotografía de su rostro en las grandes pantallas de los aeropuertos. Otro día se le ocurrió que, a tono con sus objetivos nacionales, Iraq querrá una tierna propaganda para la Qadisiyyah de Saddam, más aún cuando lo acusan de imponer la guerra al vecino y utilizar gas mostaza y armas químicas en la Guerra de Ciudades, donde Teherán ha sufrido mucho más que los iraquíes por los misiles iraníes caídos sobre Bagdad.
Pero el amor de los iraquíes por los cereales, siendo allí que los llevó primero, a Brooks lo convencieron de que es el «gringuito querido» [imagínese usted, ya no es necesario que se finja canadiense]. La misma Artillería aérea le dio aviso en octubre pasado de que no viajara por las aerolíneas civiles ni por trenes de pasajeros de Irán. Le salvaron de morir. Y leyó después por qué. En octubre, el vuelo que llegó al Aeropuerto InternacIonal de Shiraz, un Air Boeing 737 iraní fue atacado. Mr. Brooks se salvó de tal percance, o de morir, porque se le hizo un amigo protegido de quien pelea aquí o pelea allá. «Se han puesto de modas los secuestros de aviones. Ni en el aire uno está seguro. Ni se garantiza que a tus citas de negocio llegues a tiempo», lamenta.
Hoy no hay que preocuparse. Es Navidad.
En Iraq, a Mr. Brooks se le dice, por igual: No se preocupe. Huésped bienvenido. Quien por decenios ha vendido lo que ahora a propaganda en Irak arguye, «En Bagdad, se desayunan los cereales Brooks», no puede ser enemigo. Ni espía. Ni terrorista de la CIA de Occidente. Este último años, con tanto bombardeo iraquí sobre Teherán, sus amigos de Irán tendrá que cargarse de paciencia. Tampoco es cosa de que él sea quien se arriesgue. sin garantías para su mercadeo y su vida. El piensa que las autoridades comprenderán. Promociona la imagen de el gringuito querido y neutral. Por su parte, Iraq bombardea estratégicamente; pero la infantería iraní es numerosa. Es mejor que él no tome partido. Ni abierta ni secretamente.
El es un vendedor de alimentos y, si… si fueran armas, también, las ofrecería a los dos. El sano capitalismo sólo debe pensar en el hambriento, en el valor de la vida y el alimento. Mr. Brooks tiene un sentido de beneficio, «con justicia», o quiere creerlo. Al menos, así lo ha planteado. Ante ésto, su familia lo aconsejan, desmintiéndolo, porque lo aman. Ha sido un hombre emprendedor y bueno, aunque es terco.
«Deja ya de hacer negocios en las tierras de Belcebú. Ni uno ni otro son países de Dios», así le dijeron desde que comenzó la guerra del 1980. «Las tropas norteamericanas se van a meter allí».
Mas, por estas tierras, Mr. Brooks no tiene competencia. Si el USA ARMY llegara, se sentirá aún más protegido. Ya todos saben que él es gringo, mas no cualquier gringo. Es el simpático audaz. El de Ludi Cerealia. El de Queridos Cereales de Mr. Brooks. Y está haciendo una fortuna cuantiosa.
Ahora preguntó, ante las reservas de su mujer, cuyas pesadillas lo focalizaron como capturado entre rehenes, recordó lo que repondió: «¿No tengo a nuestros hijos en las mejores colegios y universidades privadas, no viajan a Europa cada año? ¿Valoras que ya les obsequié a cada uno su auto nuevo, sus casas para cuando se casen y que las vivan, concentrándose en sus relaciones, sin miserias ni inseguridades? … tú, mujer, ¿de qué te quejas? ¿Por qué me dices temerario e incauto? Yo voy y vengo y siempre para hacerte más próspera y mimada, mujer, y minimizas que me quiera todo el mundo, tirios o trotanos».
«Que no hagas fama de anti-americano. Es lo que le suplico».
«Que no uses esas ropas de árabes», le dice uno en su familia.
¿Cómo no tener el mínimo de gratitud, de Morocco a Malasia, si antes que la república islámica del Ayatollah / Ruhollah / Khomeini, se estableciera, él llevó allá, a palacios del Shá Reza Pahlavi, sus cereales y leches exquisitas, manufacturadas en Norteamérica y Canadá? Y por hacerlo, casi lo desognman un Ario / Noble / Persa… Y en Irán Mr. Brooks lo ha visto todo: porque la gente de Khomeini mismo le han dicho: «Este es un perfecto modelo de vida esplédida, humana, divina, en un Estado para todas las gentes del mundo». O sea, siéntase como en su casa. Y, si fuera cierto que el régimen del Shá fue opresivo, brutal, corrupto y extravagante, a Mr. Brooke lo que le importa es que, antes como ahora, se vendió lo suyo. Se le compra. El eslogan que a él le llena su ego y sus bolsillos, en Irán, es uno que dice: «Desayunamos con Brooks. Ludi Ceriales». Y aparecen títulos en el antiguo lenguaje de los persas.
Otros le explican que él puede estar en peligro. La república de Irán ha cambiado y la dureza de Saddam, por otra parte, ya ha sido manifiesta.
«Tú, para ellos, eres el capitalismo», lo advierte el hijo menor quien estudia una Maestría en Ciencias Política en Harvard University.
Y él dice que no. Todavía es el Gringuito querido (y puede que sea por la estatura, porque, es medianamente alto y se parece a Johnny De Vito). El de la telserie Taxi. De todos modos, instruye a su hijo en el hecho de que los mahometanos rechazan el capitalismo liberal. Es cierto, pero también al comunismo. Su lema es: «Ni Oriente ni Occidente: República Islámica».
Con el iraní, él se pinta un islámico nuevo, u otro oyente más de la Fe Shiíta de Morteza Motahhari. Y ante la visión del Islam que representa Ali Shariati, Mr. Brooks coincide, asintendo con la cabeza, con con palabras, que ni el neocolonialismo ni el colonialismo opresivo deben existir. «Todo lo medito y calculo, hijo».
Mr. Brooks defiende el capitalismo, con un poco prestado de las ideas de Gharbzadegi — que, desgraciadamente en la cultura de Occidente la plaga de materialismo intoxicante debe ser exterminada. Empero, da a entender una defensa del alimento bueno, el buen uso de la leche y los granos, comer sano y vegetarinamente y habla, al final, de los productos Brooks, ceremonias y juegos griegos concernientes a las históricamente remotas Cerealias. Ludi Ceriales, que son normas del Ker / Crecer / la fecundidad / los pechos grandes, el haz de espigas en la mano derecha de una diosa, la corona de espigas de trigo y la túnica larga que hablan sobre la virtud de la nodriza del género humano, Ceres / con sus cerealias.
Y, con la fama de su fe Shiíta, Mr. Brooks se mueve entre iraníes y entre iraquíes, por igual. Cierto es que la secta shíita ha sido largamente oprimida por Saddam. «Pero yo no me meto en política, mujer. Lo mío es capitalismo, venta y más venta, mercadeo. Lo mío no tiene ideología sectaria».
Aquel 25 de diciembre, el Gringuito Querido había meditado acerca de sus ambiciones y éxitos. «A lo mejor tienen razón. Yo payaseo mucho. Y los shíitas anti-Saddam, sus oprimidos, puede que no confíen en mí. Y puede que ni Saddam tampoco, sabiendo como es; y eso pese a mi cartel que está de moda en aeropuertos internacionales de Al Najaf y Queen Alia». Esta vez vuelve al pensamiento y se molesta de que, por alguna razón, se había quitado su carita de De Vito de las pantallas electrónicas del Aeropuerto de Bagdad y está viajando en el vuelo 163 del Boeing 737-270C iraquí.
«Es inusual», pensó.
De pronto, aunque quiso dar fin a malos pensamientos, en medio de los altos cielos de la Arabia Saudita, vio a cuatro hombres, sospechosos que, al levantarse de sus asientos durante el vuelo, se dirigieron a la cabina de los pilotos. Ya no supo más, sólo que lograron entrar a la cabina.
Se dijo, por los sobrevivientes que hubo dos explosiones y que el avionazo, en descenso, pegó trágicamente sobre los suelos de Arar, en Arabia Saudita. Entre los 67 personas que murieron, estaba el «Gringuito Querido», importador de los Ludi Ceriales. El Gordito de los cereales Brooks.
02-01-2007