Ni festivo ni laboral, ni una cosa ni la otra, sino todo lo contrario. Unos vienen otros van, unos trabajan otros no, me río de día laboral entre festivos, de jornada de ocio en día laboral, porque al final ni chicha ni limoná, ni llega ni se queda, ni se acerca ni se aleja, un día sin esencia, un día sin saber como tomarlo.
El que trabaja no trabaja y el que disfruta no disfruta, el primero por agravio y el segundo por sentirse culpable, a uno le gustaría no estar trabajando y el otro sabe que le tocaba trabajar, ambos cumplen con su obligación sin ilusión, sin emoción, con la rutina del que se deja llevar.
Los días son festivos, o no, pero no pueden quedarse en este sin vivir, porque unos hacen puente y se ríen de los que no, y otros no hacen puente pero no trabajan porque faltan todos sus compañeros. La gente camina por la calle sin saber si tiene que acelerar o mantener la calma, correr o andar, estresarse o vivir relajado, incógnita de vivir.
Mañana fiesta, de las de impostura, religiosa para más señas, para que las suframos los que nada tenemos que ver con ellos, con los de la religión quiero decir, pero lo celebramos sin pensar que haciéndolo los justificamos escondidos tras la falacia de la tradición, para lo que nos interesa y para lo que no la cambiamos.