POR ADRIÃN MAC LIMAN
El próximo Gabinete del Gobierno Israelà quedará determinado por varios desafÃos: el programa nuclear iranÃ, Hezbollah, las negociaciones con Mahmud Abbas y el conflicto con Hamas.
“Vamos a montar una crisisâ€. Este ha sido, durante décadas, el lema y estribillo de la clase polÃtica israelà a la hora de eludir las llamadas “decisiones dolorosasâ€. Es decir, la adopción de medidas destinadas a allanar el camino de la negociación con sus vecinos árabes o con los palestinos.
La “crisis†solÃa congelar la vida polÃtica del Estado judÃo durante un perÃodo de ocho a diez meses. Los partidos aprovechaban este paréntesis para adoptar posturas aparentemente más radicales, lanzando mensajes adaptados a las exigencias coyunturales de su electorado. Sin embargo, los argumentos contundentes desaparecÃan poco después de la consulta popular; como ninguna agrupación lograba tener mayorÃa absoluta en la Knesset (Parlamento), los ganadores se dedicaban a buscar aliados para formar una coalición. A su vez, los mal llamados “perdedoresâ€, trataban de imponer sus condiciones a los futuros socios de Gobierno.
En estos dÃas, Tzipi Livni, titular de Exteriores y jefa del partido Kadima (de centro-derecha), intenta pactar con Dios y con el Diablo para formar un gabinete que le permitirÃa mantenerse en el poder sin necesidad de convocar elecciones anticipadas.
En Israel, los caminos de la polÃtica tienen fama de ser inescrutables. La actual crisis es más bien atÃpica. Estalló hace más de un año, cuando el entonces Primer Ministro, Ehud Olmert, fue acusado de corrupción. La investigación policial suministró a la Justicia pruebas suficientes para iniciar procedimientos legales contra el heredero de Ariel Sharon, un polÃtico mediocre, principal artÃfice del fracaso de la última intervención militar en el LÃbano.
Según los politólogos hebreos y los atrevidos futurólogos que se dedican a emitir diariamente dictámenes sobre el estado de la convulsa región, Olmert debÃa haber dimitido a comienzos del verano, después de la visita de George W. Bush a Oriente Medio. Mas el Primer Ministro prefirió “aguantar†hasta el último momento. Más aún; al abandonar su cargo, concedió una sonada entrevista al rotativo Yediot Ahronot (Últimas Noticias) de Tel Aviv, en la que esbozaba las condiciones previas para la paz con los vecinos.
Según Olmert, el establishment polÃtico hebreo tenÃa que considerar seriamente la devolución de los Altos del Golán a Siria, paÃs dispuesto a poner fin al estado de guerra con Israel; retirar su ejército de Cisjordania e incluir la cuestión de Jerusalén en las negociaciones con los palestinos; exigir a la comunidad internacional que frene el programa nuclear iranÃ, algo que las grandes potencias – Estados Unidos, Rusia, China, Inglaterra y Alemania – han sido incapaces de lograr hasta la fecha.
La jarra de agua frÃa del Primer Ministro saliente irritó sobremanera a su sucesora. En una conferencia de prensa celebrada en la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, Livni recordó el compromiso de los miembros del Gabinete de negociar a puerta cerrada, sin cámaras, grabadoras, ni grandes titulares en la prensa.
De hecho, Tzipi Livni aún tiene que librar batalla en dos frentes. Después del frágil acuerdo con la plana mayor de los laboristas, que se convierten en socios privilegiados de Kadima en un futuro Gobierno de coalición, la titular de Exteriores tiene que contar con el apoyo de alguno de los múltiples partidos “bisagraâ€. Y ello, por la sencilla razón de que a la alianza centro-derecha-izquierda necesita un mÃnimo de 13 diputados más para asegurar la gobernabilidad. Livni estableció contactos con los ultra-ortodoxos de Shas (Dios), agrupación polÃtica que siempre ha sabido amoldarse a las exigencias de la coyuntura polÃtica. Pero en esta ocasión, Shas reclama subsidios de más de 200 millones de euros para las familias numerosas (sus “cilentes†habituales) y la no inclusión de Jerusalén en las negociaciones con los palestinos.
Por su parte, el lÃder laborista y actual Ministro de Defensa, Ehud Barak, confÃa en poder desempañar un papel clave en las negociaciones con Siria y la Autoridad Nacional Palestina; un excesivo protagonismo que Livni no está dispuesta a concederle.
En el plano internacional, el próximo Gabinete israelà tendrá que afrontar varios desafÃos, empezando por el programa nuclear iranÃ, el afianzamiento del movimiento proiranà Hezbollah en LÃbano o las negociaciones con el desprestigiado lÃder palestino Mahmud Abbas. Sin olvidar, claro está, a Hamas; la espina clavada en el corazón de su artÃfice: el servicio de inteligencia militar hebreo.
Una situación propicia para resucitar el viejo estribillo: “vamos a montar una crisisâ€.