Los últimos días de la vida de León Tolstoi y su tensa relación con su esposa están al centro de la trama de la película recientemente estrenada “La última estación”. En ella destaca un León Tolstoi distanciado de la literatura y preocupado por cuestiones políticas e ideológicas. Su concepto del amor y de “no-violencia activa” le conducen a organizar un movimiento en el que rechaza la propiedad privada y promueve los pensamientos libertarios. De ahí nace su deseo de desprenderse de todas sus pertenencias, sus mayores obras y posesiones, y donarlas simbólicamente al pueblo ruso para concretar las ideas de un movimiento naciente. La reacción de su mujer Sofía, su eterna acompañante y madre de sus trece hijos, es de total incomprensión y marca notablemente la trama de una película centrada en la complejidad del amor y la corrupción de las ideas más puras.
Un Tolstoi endiosado y malentendido
Del amor y de su capacidad de distanciarse de lo material nace la gran imagen del escritor ruso León Tolstoi. El hombre, ya en sus últimos meses de vida, se distancia de la literatura para expresar su amor y su deseo de liderar un movimiento profundamente humano. Más que un genio de las letras, aparece como un auténtico profeta capaz de sublimar por sus palabras y sus atenciones. Por ese carisma se dejan subyugar numerosos seguidores como el escritor Chertkov, quien abraza las palabras de su maestro con total entusiasmo, o su secretario Valentín Bulgakov. La comparación con Cristo es inevitable y la capacidad de amar del escritor se ve resumida en una de las frases que pronuncia ante su asistente atónito: “Todo cuanto sé, lo sé porque amo”. En alguna ocasión, sus seguidores llegan incluso a decir que “no es Cristo pero es uno de los apóstoles”.
La profundidad de las palabras del intelectual genera rápidamente un fervor suficiente para dar vida a un movimiento ambicioso y mediático. A su lado y con un aire a veces de fanático, Chertkov se acapara del diálogo de Tolstoi para radicalizarlo y llevarlo hasta los más extremos límites. Así pues, insiste en que el maestro se deshaga de todo cuanto posee entrando en conflicto directo con la esposa de Tolstoi y amenazando sus intereses. Por otro lado, su secretario Bulgakov, un joven inocente, reconoce su confusión al querer abrazar los dogmas más profundos del líder y encontrarse con la mayor dificultad a la hora de aplicarlos. Á‰l quiere distanciarse del sexo pero deja atraparse por la más intensa pasión. La vida no se limita a esquemas intelectuales o dogmas objetivos. El propio Tolstoi, a lo largo de la película, reconoce la diferencia que existe entre el amor teórico y el amor terrenal.
La complejidad del amor
La película retrata a una esposa de Tolstoi fiel y entregada, realmente enamorada, que, al darse cuenta de los planes de su marido, trata de defender el fruto de cincuenta años de matrimonio. Ella ha participado activamente en la creación de las mayores obras del autor ruso, explica que reescribió seis veces “Guerra y Paz” y que incluso era la única capaz de entender la letra de su marido. De esta lucha por preservar el legado de tantos años de convivencia nace un tenso conflicto con el escritor Chertkov y una interesante reflexión sobre el amor. En su desesperada actuación, ella describe el amor como un trabajo continuo. “Yo soy la obra de tu vida y tú eres la mía”, explica ella con el fin de preservar el patrimonio conyugal.
Los argumentos de la esposa son todos fundados y llama la atención el distanciamiento de una pareja con tanto recorrido, pero León Tolstoi se encuentra en un periodo en el que lo intelectual lo invade todo, hasta los más profundos sentimientos. Así es como el amor más puro se transforma de súbito en el más insoportable. Antes de separarse de su esposa para pasar sus últimos días en paz y soledad, el escritor pronuncia una pregunta que trasparenta su tribulación: “¿Por qué tienes que hacerlo tan difícil?”. La esposa, dolida en su orgullo, responde: “¿Por qué debería ser tan fácil?” e ilustra de esta modo lo incomprensible y complejo que puede ser el amor para todos, incluso para sus mayores defensores.