Escenarios, 9
Enseñar deleitando ha sido siempre una máxima de la buena docencia. Si al deleite se le añade el humor, de manera que la risa sea el vehículo de comunicación de ideas y sentimientos, mejor que mejor. Y es lo que consiguen de manera admirable los componentes de Síndrome Clown, Víctor Carretero y Práxedes Nieto quienes, bajo la dirección de Fernando Fabiani, han montado el espectáculo ‘Mejor… es posible’.
Durante el pasado fin de semana, su presencia ha provocado admiración y risas sin cuento en el Teatro de la Estación, dentro del Festival Sin Fronteras, elevando el ánimo del público y decantándose por el optimismo como remedio a las dificultades que estamos atravesando en todos los órdenes.
El espectáculo, diseñado como una conferencia ilustrada, impartida ‘sin vergÁ¼enza’, mantiene un ritmo de interés creciente, que sólo decae en algunos pasajes cuando se acerca el final, quizá por reiterar en exceso ciertos planteamientos. Pero el resultado conjunto es altamente positivo.
A lo largo de la disertación van desfilando cuadros escénicos que surgen de un guión conceptual basado en seis principios: relativiza, cambia, minimiza, actúa, sorpréndete y ríete, hasta alcanzar una conclusión global que conduce a la felicidad. Los artistas sevillanos, que finalmente se confiesan payasos y de ese modo se caracterizan, ponen patas arriba toda una serie de convenciones sociales, de situaciones tópicas, de posturas inmovilistas y de actitudes negativas que llevan a la resignación, cuando no a la derrota. Cualquier tipo de problema, sea personal, familiar, laboral, económico o de otro género, siempre tendrá mejor pronóstico si lo enfocamos con humor. La risa debe comenzar por uno mismo, porque el simple análisis de nuestra vida diaria nos dará pie para encontrar situaciones y actitudes que provocan la hilaridad; y si giramos la mirada en torno nuestro, el festival cómico aumenta en todos los ambientes: el social, el político, el laboral, el deportivo, etc. etc.
Una filosofía tan evidente podría desarrollarse en una comedia sin salsa, pero entre la sutileza del guión y su gracejo andaluz, consiguen los cómicos un espectáculo con mucho mordiente, combinando la carcajada con la reflexión. Su lenguaje es diáfano, simpático, incisivo e irónico, sin llegar a lo grotesco. La mímica acompaña perfectamente al texto. Hacen participar en alguna medida a los espectadores y ellos mismos se aplican la receta de la sorpresa, que llega al final de forma inesperada pero convincente.
Como complemento al espectáculo, a su conclusión ofrecen a un precio módico el libreto del guión, de fácil consulta, bien editado y amenamente ilustrado por el artista malagueño Ángel Idígoras.