Raras veces, la vida le ofrece a uno la impagable oportunidad de conocer gente interesante, de mérito, personas de las que se aprende siempre algo positivo y a las que se termina admirando en algún aspecto.
Hoy expongo en esta peculiar tribuna pública y literaria a dos de esos seres por los que tengo enorme respeto intelectual; ambos disfrutan del privilegio de vivir por y para el arte, un arte que no se plasma en verbos y adjetivos, que no queda ligado al color de unos pinceles ni a la imagen fija de una buena fotografía, sino que se troca en sonidos misteriosos, en melodía, en miles de notas sucesivas que tiñen de sentimientos heterogéneos las mentes de quienes disfrutamos de sus interpretaciones magistrales.
Don Manuel de Falla y Matheu dijo en su día que «la música no es solo el arte más joven, sino tal vez el único cuyo ejercicio exige una completa juventud de espíritu». Probablemente, el ilustre gaditano tenía razón en esto. Y de entrada, les aseguro que estos dos personajes de los que les voy a hablar en estas líneas son jóvenes; jóvenes de edad y sobre todo de espíritu.
Á‰l es un indiscutible y reconocido maestro de raíz mediterránea, un ser humano pasional que pretende hacer de cada partitura un sublime momento inolvidable, un elevado instante de abstracción y de vívida experiencia. Ella, bellísima joven artista originaria de la Europa oriental, ha sabido conjugar el buen gusto innato con su refinada sensibilidad femenina y una buena dosis de preparación académica y sentido del ritmo. Ambos poseen, por añadidura, ideales que superan la frontera natural de la música, y me consta que indagan en las posibles maneras de aproximarse a la noción de fraternidad universal a través del arte musical y sus distintas manifestaciones.
Para calibrar mejor la valía musical de este magnífico intérprete, básteme señalar que ha ofrecido conciertos como solista con la Real Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam, la Royal Philharmonic Orchestra, la Orquesta Filarmónica de Belgrado, la Scottish Chamber Orchestra, la New Philharmonia de Japón y la Orquesta Estatal del Ermitage de San Petersburgo, entre otras; y ha trabajado con directores como Bamert, Vonk y Ros-Marbá. Así mismo, ha realizado grabaciones para las más importantes cadenas europeas de radiotelevisión; con Radio Clásica –de Radio Nacional de España– ha grabado la friolera de más de trescientas obras. Es, por definirlo de alguna forma, un maestro internacional de piano que viene ejerciendo desde hace años la docencia musical en diferentes cursos de perfeccionamiento en España, Italia, Alemania, Austria, Reino Unido y Polonia. Actualmente ejerce como catedrático de piano en el Conservatorio Superior de Castellón. Méritos, como se aprecia, que abruman a cualquiera.
Ella, Bernadetta Raatz, ve la luz de sus días en la ciudad polaca de Koszalin, cerca del mar Báltico. Cursa estudios musicales en el Conservatorio de Música Grazyna Bacewicz de su localidad natal, obteniendo el Diploma en 2001 con la máxima puntuación y Mención de Honor. Finaliza Estudios Superiores de Música con el prestigioso Profesor KuÅ‚akowski en la Academia Superior Stanislaw Moniuszko, de Gdansk, acabando igualmente con Mención de Honor. Continúa Estudios de postgrado en Madrid, bajo la tutela de Joaquín Soriano, y en Amsterdam al cargo de Naum Grubert. Ha trabajado con otros profesores como Katarzyna Popowa-Zydron y Waldemar Wojtal en Polonia, Brenno Ambrosini en España y Jean Paul Sevilla en Francia. Se ha hecho acreedora de numerosos premios internacionales, como el Concurso Internacional de Música de Cámara de Przemysl (Polonia, 2000), Premio en el Concurso Internacional de Piano “Musical de France” de Paris en 2002, y el Premio a la mejor interpretación de música española en el Concurso Internacional de Piano «Ciutat de Carlet» (España, 2003). Ha actuado como solista con la Orquesta Filarmónica de Koszalin, con la Orquesta Filarmónica Báltica de Gdansk y con la Orquesta de la Universidad de Valencia, entre otras. Y hay que decir que ha interpretado con multitud de agrupaciones de cámara en Polonia, Francia, España, Suecia, Holanda y Alemania. Desde 2003 colabora asiduamente con el Cuarteto Duhbe, de Madrid, y con el violoncelista José Enrique Bouché. Ha sido profesora asistente en el Seminario de Perfeccionamiento Pianístico de la ciudad de Ávila y en idéntico curso en la Universidad de Valencia. Por añadidura, es Presidenta de «Bell’ Arte Europa International Cultural Society», ejerciendo sus funciones con una envidiable dosis de efectividad en lo que a fomento de las actividades musicales se refiere.
A Bernadetta Raatz tuve el honor y el placer de escucharla en directo por última vez en un concierto que ofreció esta pasada primavera –un llenazo por todo lo alto– en la sala CAI Independencia, de Zaragoza. Y a Brenno Ambrosini lo pude escuchar y gozar, en el Auditorio zaragozano, el 19 de mayo, interpretando un espléndido programa, nada sencillo por cierto, de Franz Liszt.
Debo decir, honestamente, que ambos poseen el don del arte, una sensibilidad que va más allá de la mera exquisitez técnica, y una mezcla inhabitual de fibra instintiva y de inspiración magistral. La musa Euterpe, hija de Mnemósine y Zeus, les acompaña sin duda en su buen hacer sobre los escenarios. A los dos, mi reconocimiento y admiración, porque interpretar con su maestría las composiciones de los dioses del Olimpo musical europeo no es tarea que pueda ejecutar cualquiera con la naturalidad que demuestran ellos.
Si alguna vez, amigos lectores, pueden ustedes aproximarse a las manos geniales de cualquiera de estos dos maestros contemporáneos del piano, no dejen pasar la oportunidad de disfrutar con sus recitales. Brenno Ambrosini es todo fuerza, vigor contenido en los roces impecables y certeros de sus dedos sobre las teclas del instrumento; vive con autenticidad la música que interpreta, siente sobre el escenario y goza o sufre durante el tiempo que resucita las partituras de los más grandes creadores. Bernadetta Raatz esculpe en el aire las imágenes que su música desgrana soberbiamente entre sus dedos. Oírla y soñar es todo uno. Sus notas consiguen trasladar al oyente, lo hacen vibrar, viajar hacia los espacios eternos de la contradicción humana. Les aseguro que ambos llevan, impresa en sus dedos, la intemporal e infinita pasión de la música.