Sin pasión no somos nada. Por más que mesuremos nuestra naturaleza, tarde o temprano escucharemos la llamada y saldremos al monte a aullar como condenados; como súbditos de la luna o de algo que llene esos recovecos disponibles de espacio en el alma.
Sin ir más lejos, la música a través de un violín nos dice mucho más que cualquier teoría acerca del cómo, del dónde y del porqué. Es que la sabiduría no solo es cuestión de virtuosos, también en la sencillez hay sabiduría, aunque es más difícil detectarla. Muy difícil, creo yo, porque nos han educado en la filosofía de lo demostrable, de lo palpable y de lo que da réditos. Es necesario, entonces, una reeducación.
El sonido del violín puede llegar a registrar unos agudos impresionantes que desgarran la coraza más sólida y abre innumerables posibilidades de imaginar lo que sea. Solo hay que dejarse envolver en sus melodías. Agudos o graves, sus cuerdas siempre te dirán algo y hay que estar prestos a escuchar con atención lo que nos dicen. Quizá, quién sabe, la música es el eco de uno mismo pero que, a no ser de la ayuda del sonido del violín o de otro instrumento musical, sería difícil escuchar ese eco. El sonido del violín, en este caso, motiva nuestros sentidos. Necesitamos motivación, porque sin ella todo se vuelve absurdo y aburrido. Pero no sólo la música motiva, como es lógico, existen muchísimas opciones para motivarnos: leer, viajar, aprender de la gente, etc. Con la motivación todo se hace más fácil y agradable. Hay que buscar esa motivación si es que no la tenemos a mano, como casi todo en la vida.
Una persona motivada es más propensa al éxito que una sin motivación alguna. Á‰xito, entendido como meta personal y no necesariamente material o monetaria. Se ha devaluado la palabra «éxito», lo sé, porque se le vincula con el consumismo o el materialismo. No es el caso en este texto. Simplemente digo que el éxito en los términos que he aclarado es más factible si estamos motivados.
Es también necesario tener las cosas claras en la mente; me refiero a los objetivos: qué quieres, a qué aspiras o qué es, en última instancia, lo que te motiva. Pero claro, todo eso no viene de la noche a la mañana, hay que pensar, razonar y dejar que afloren las ideas. Sin ideas, cualquier objetivo es inverosímil. Las ideas son como un puzzle sin orden; las hay buenas y malas; realizables e irrealizables; lógicas e ilógicas. Ordenar las ideas es imprescindible a la hora de enfocar los objetivos.
Entonces tenemos que la pasión, la motivación y las ideas (no necesariamente en ese orden), hacen posible el primer paso hacia el encuentro con tus objetivos. Subrayo: primer paso o primer estadio, como decía Kierkegaard. El resto se hace sobre la marcha; es cómo los aguiluchos de pocos días de nacidos, que son arrojados al vacío y que el instinto de supervivencia les motiva a volar. Asimismo, como los aguiluchos, el devenir del ser humano tiene mucho de instintivo. Cómo no serlo si todo lo viviente se creó a partir del agua y todos estamos «emparentados» por esa primera célula que originó la vida sobre nuestro planeta.
Y para ser consecuente con lo que he escrito escucharé (buscando motivación), las Variaciones Op. 15 del compositor ruso Henryk Wieniawski interpretadas por su paisano, el gran violinista Maxim Vengerov.
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