Intentando con dificultad mantener la cabeza frÃa mientras voy mirando alrededor, me doy cuenta que, efectivamente, lo que piensa la mayorÃa de la gente es verdad. Superando la rabia y el odio que me produce analizar con imparcialidad y sosiego el escenario en que nos movemos hace que se corrobore la certeza antedicha. Porque es verdad que,
tras ver los casos de corrupción en que están imputados miembros de prácticamente todos los partidos polÃticos, de sindicatos, banqueros, polÃticos jubilados, empresarios, jueces e incluso de la familia real, se hace, no sólo necesaria, sino también imprescindible, una revolución que acabe con el sistema que se han creado ad hoc quienes ostentan el poder para continuar en la poltrona ad aeternum.
Lo primero que hay que quitarle a esta supuesta élite que nos gobierna, alternativamente con unas y otras siglas, es el poder. Una élite que, dicho sea de paso, de élite sólo tienen el sueldo y la inmunidad ante una ley fabricada por ellos para protegerse. Hay que quitarles el poder, en eso estoy de acuerdo. En democracia, el poder se da o se quita, otorgando o arrebatando el voto. De este modo los que nos han traÃdo hasta este vertedero polÃtico, serÃan despojados de su status social, de su inmunidad legal y de su élite autofabricada.
Para ello ha surgido con fuerza de la mano de los medios de comunicación la alternativa de Podemos. La única existente por mor de lo que podemos ver, leer, escuchar y observar en los medios. Una alternativa que, si bien a mi entender, hace los diagnósticos correctos respecto de la situación que vivimos. No es menos cierto que son incapaces de señalar la tecla adecuada para solventar dicho problema bien diagnosticado. Por lo que, para mi, no son una opción. Realmente no lo son, por eso y porque desconfÃo de quienes son alzados a los altares democráticos por no sabemos bien quiénes ¿No se han preguntado nunca por qué no contemplan como alternativa a otras formaciones polÃticas, algunas igual o más jóvenes que la mencionada?
Siempre he dicho que las decisiones hay que tomarlas en frÃo porque en caliente, y más tratándose de temas polÃticos, podemos perpetrar actos que serÃan punibles hasta en los códigos penales más abyectos. Y, pensando frÃamente la situación, veo que el denominador común de todos estos corruptos que nos han gobernado y que están en las altas esferas, es un ansia desmedido por el dinero. Un desmedido egoÃsmo. Pues, si han llegado a situaciones que garantizan, no ya su futuro sino también el de sus descendientes, ¿con qué interés quieren amasar más y más? Claramente con el único de sentirse cada vez más poderoso que el de al lado. Eso se llama egoÃsmo.
Siguiendo el curso de mis elucubraciones, diré que, si bien hay que arrebatar el poder de sus manos y, con él, el estatus conseguido a propósito con decretos, leyes y demás mandangas escritas y aprobadas por ellos y para ellos, también hay que hacer que tengan que trabajar para ganarse el pan. Es decir, hay que acabar con este modo de financiación. Pues, con tantas administraciones chupando de las ubres estatales, éstas se vacÃan. Sé de la dificultad que existe para que el gran grueso de la población deje de pagar sus impuestos convirtiéndose en insumisos fiscales, contrariamente a lo que nos han mostrado estos próceres de la patria.
Me encantarÃa, y creo que serÃa un gran paso para España, como el de Neil Armstrong fue para la humanidad, que nuestros polÃticos tuviesen que trabajar para subsistir. Que estos partidos tuvieran que luchar por buscarse el pan. Que se autofinancien. Pero no solo los partidos polÃticos, el resto de organismos también. El estado tiene que dotar de servicios a los ciudadanos, a todos, no que solucionar los problemas financieros de organismos y organizaciones insolventes. Con mis impuestos, desde luego, no. Es injusto que, si yo no quiero financiar a partidos polÃticos, sindicatos o lo que sea, lo tenga que hacer por imperativo legal, y fiscal en este caso. TendrÃamos que, por ejemplo, marcar una cruz en la casilla del organismo elegido para financiar con tus impuestos. De esta manera, como se tendrÃan que buscar el pan para ganarse la confianza del ciudadano, los partidos polÃticos, las confesiones religiosas, los sindicatos y cualesquiera organizaciones estatales, no le darÃan la espalda.
Una imagen se ha instalado en mi cerebro. Es la de la escena de Gandhi quemando los pasaportes de los ciudadanos hindúes mientras la policÃa intenta evitarlo, en pelÃcula «Gandhi» de Richard Attemborough.
Me imagino riadas de ciudadanos españoles declarándose insumisos fiscales, yendo a quemar sus declaraciones de la renta en la plaza de cada pueblo, en cada gran ciudad. Esa serÃa una gran revolución. Esa revolución, entiendo, sà que cambiarÃa las cosas.