por Román Lobera Molina
Miembro de la Asociación “Lengua Comúnâ€
En aeroestática, no resulta fácil acordarse del lastre cuando el globo se eleva. Todo va bien y hacia arriba, ¿para qué habrÃa de tocarse nada, si vamos perfectamente?
La cosa se complica para los que, haciendo un esfuerzo, echan un vistazo alrededor y se dan cuenta de que, curiosamente, hay otros que suben más rápidamente o están ya mucho más arriba. Si sugieren deshacerse de pesos muertos, del lastre, es difÃcil que se les escuche. Tanto mamar leche de vacas gordas nos vuelve perezosos y nos cuesta levantar poltronas y mover pesadas antigüedades. La bonanza pone sordina al sentido común.
Pero hace ya dos años que las vacas y las espigas están escuálidas, y en lo económico, todo parece indicar que, lejos de tratarse de un breve bache como los que hemos sobrellevado en otras ocasiones, la crisis en España tiene ya el pelaje de una recesión en toda regla. Los mejores analistas firmarÃan si, como en la Biblia, sólo se tratase de completar siete años de penurias. Un impensable horizonte en el que nos situamos fuera de la Unión Monetaria coge geometrÃa vertical y se vuelve abismo.
Diecisiete autonomÃas con miles de empresas públicas asociadas cuyo principal objetivo es llevárselo muerto, tiran del gasto sin que, por lo polÃticamente incorrecto que resulta, nadie, en la oposición ni en el Gobierno, plantee una revisión del modelo autonómico actual que conlleve desandar parte de lo andado.
La balcanización de España sufre un proceso de aceleración al darse cuenta los nacionalismos de que la riqueza de sus respectivas comunidades siempre ha estado basada en el esfuerzo de todos, y que consolidar los amplios clientelismos creados exige un mayor sometimiento y depredación de lo común.
En la izquierda, las crÃticas vertidas por Felipe González a la rendición sin condiciones al nacionalismo que la insuficiente victoria electoral en el año 1996 del PP de Aznar introdujo en el panorama polÃtico, son, sencillamente, historia olvidada, cosas del siglo pasado, imposibles de mencionar en una federación de partidos, cuando no directamente de intereses, que es lo que realmente es hoy no sólo el PSOE, sino toda la izquierda.
Y la verdadera derecha sin complejos en España, la de caciques de su pueblo, es hoy la de CiU, PNV, etc. que se exhiben ahora ya sin la engorrosa etiqueta de la nación española, que les obligarÃa a un ordinario y vulgar ejercicio de solidaridad. Mientras, jugando un dÃa con la careta nacional, y otro con la nacionalista apenas esbozada, el PP valenciano, gallego, etc. aspiran a seguir los pasos del nacionalismo a golpe de Camps-cláusulas y leyes lingüÃsticas.
Da igual, ambos modelos tienen muy clara su apuesta, insolidaria y rupturista, ya que a nadie se le escapa que fraccionar la unión de los individuos, dividir o federalizar a la nación española, es la mejor forma de someter, por separado, a los ciudadanos.
La sociedad española, derruidos sus principales sectores productivos, la construcción, la automoción, burbujas que hinchaba la mega burbuja financiera, se enfrenta a un solar industrial. A las todavÃa vigentes cesiones del mercado a los financiadores del triunfo franquista, se unen las cesiones socialistas a la Unión Europea, que nos pagará invocando al fantasma de la peseta nuestro altruista esfuerzo por incorporar a la Europa del Este. Ni la automoción (sin marcas propias), ni la energÃa (deficitaria), ni el turismo degradado a ladrillazos, ni un incompetente sector agrÃcola, no queda nada. La competencia asiática ejecuta de forma inexorable las pocas hijuelas que quedasen en el tronco empresarial español, que nunca tuvo unas raÃces profundas que el mercado real no pudiera arrancar. Mientras, el gubernamental intento Keynesiano de reactivación del plan E se demuestra tan obsoleto como inútil, tan contraproducente como breve. Con cinco millones de parados, y el sector público enfermo de gigantismo recurriendo ilegalmente a las arcas de la S.S. hace que éstas se vacÃen de una forma dramáticamente acelerada mientras ningún sector da sÃntomas de poder poner un nuevo motor para la recuperación.
Los autónomos y pequeños empresarios, que no son lo suficientemente jóvenes como para emigrar o lo suficientemente mayores como para jubilarse (“y que levanten España los que la han tiraoâ€) están en la fase inicial de una reconversión industrial y social sin precedentes en la historia de España, que exige que vuelvan a la casilla de salida, a la calle, con el agravante de que el sector público arrecia ya su ordeñado antes de que consigan, no ya volver a producir, sino saber el qué. Por lo menos algunos jóvenes tendrán suerte, podrán vivir, si trabajan toda su vida, mientras la cuarta parte de los parados, mayores, simplemente, no volverán a trabajar jamás.
Ya nadie con dos dedos de frente que pueda usar para sumar, ignora que salvar la situación manda soltar un pesadÃsimo lastre que hemos ido acumulando desde el minuto cero de esta no ya tan joven democracia. Requiere, antes de volverle a pedir otro sacrificio, racionalizar la Administración, amputando, directamente, todo el tinglado superfluo que apareja el Estado de las AutonomÃas. Castigar por igual a todo el sector público es injusto, y cebarse únicamente en el perteneciente a lo que queda del estado central, porque las taifas autonómicas son los pilares de los partidos que sustentan el poder, estúpido y suicida.
Los funcionarios de los servicios públicos puros, educación, justicia, sanidad, seguridad, etc. deberán, por fin, quitarse las vendas y ataduras localistas de la cara y las manos, denunciar el derroche que tan bien conocen, y luchar por la supervivencia de toda la nación. Y en definitiva, todos debemos concienciarnos, sà o sÃ, de que se ha pinchado el globo, de que estamos cayendo a plomo, y, siguiendo la metáfora aerostática, de que la situación exige arrojar por la borda un lastre tribal que debió quedarse en el milenio pasado.