Se refieren a mi último viaje… No al de la muerte, claro, sino al que recientemente emprendí por Indochina. Los lectores de este blog saben de lo que hablo.
Primer hilo: las tres islas del archipiélago de las Gili, frente a la isla de Lombok, son el único asidero que tiene a su alcance quien se adentra, como yo lo hice, en el infierno balinés. No son lo que eran, pero hay algo que las salva y las convierte en un lugar distinto a casi todos los del resto del mundo. En ellas no hay policía. Esa sensación es fantástica. En las pizarras de los bares anuncian, como si tal cosa, las tortillas de hongos mágicos. Tampoco hay centros de atención médica. Son islas relativamente robinsonianas en las que cabe hacer muchas cosas que los seres juiciosos no se atreverían a hacer en ninguna otra parte. Yo las hice, pero no voy a contarlas. Quizá lo haga en algún otro momento. No ahora, no aquí, no aún. Déjenme pensarlo. ¿Qué es un hombre sin misterios?
Segundo hilo: descubrí en Kuta, casi al término de viaje, y por casualidad, un restaurante español que es también asidero de náufrago. Estaba paseando al tuntún, lo vi, desconfié, porque desconfío siempre de ese tipo de establecimientos, pero eché un vistazo a la carta, me llamó la atención, me gustó el sitio y corrí el albur.
Rara vez en mi vida he encontrado en el extranjero un restaurante español de tanta altura, de tanta calidad, de tanto fundamento. Regresé al día siguiente y estoy dispuesto a volver a Bali sólo para cenar todas las noches allí.
Se llama La Sal (www.lasalbali.com), está en la zona de Seminyak, que es la más elegante y la menos expuesta al mundanal ruido del resto de Kuta, y lo lleva un cocinero valenciano que se hartó de España, trabajó en Nueva York y recaló en Bali. ¿Su nombre? Gonzalo Sánchez. Anda también por allí Mona, su hermana.
El local es tranquilo, airoso, bien cuidado. El servicio, excelente. Los precios, m
muy razonables.
En la carta hay platos de inventiva propia, pero sin ninguna de las tonterías que caracterizan a Ferrán Adriá y sus secuaces. A ver si hago memoria… Tomé almejas a la cazuela, lechón sobre fondo de lentejas y mango helado, sopa de cerezas con tarta de queso, sardinillas rebozadas y rellenas, y asado de tira, dividido todo ello en dos entregas nocturnas y regado con un buen vino de Italia. Me quedé con ganas de probar todo lo demás y, aunque había jurado no volver a Bali, estoy seguro de que algún día lo haré sólo para ir a La Sal y, de paso, tomarme unas tortillitas de hongos en las Gili.
Gastronomía del cuerpo, gastronomía del alma.
Tercer hilo: vuelvo a Vandalia, llego a Madrid, cojo un taxi en la Terminal Uno, le digo al taxista «buenos días» y me responde:
-Serán buenos para usted.
No cabe duda. He vuelto a la patria.