Sociopolítica

Políticas de seguridad europeas ante el yihadismo de cosecha propia

Los europeos estarían engañándose a si mismos si piensan que todo se trata de una amenaza externa o un problema de control fronterizo. La amenaza real para la Europa actual es interna y se manifiesta en esa “segunda y tercera generación de yihadistas de cosecha propia con la que inexorablemente ya convive dentro de sus propias fronteras”.

Existe una tibia discusión en los países europeos sobre el impacto de la creciente inmigración musulmana. El eje central del debate corre en desventaja en relación a la expansión del integrismo, la elite europea progresista acompaña el discurso del multiculturalismo con un debate demasiado primario, básico y simplista, pero la realidad indica que sus posiciones han naufragado en la correlación existente entre Islam y terrorismo. El terrorismo global y las estrategias europeas contra la amenaza terrorista de jóvenes musulmanes nacidos en Europa van por caminos diferentes, y esto no es comprendido en su real magnitud por la elite política. Los británicos no comprendieron cuando su buses volaron en pedazos una mañana londinense llevándose la vida de varios inocentes en el ataque yihadista realizado por ciudadanos británicos, los terroristas que lo ejecutaron eran de cosecha propia, nacidos en Gran Bretaña. Cabe entonces preguntarse ¿Cuál es la estrategia de lucha contra la segunda generación de yihadistas por parte de Europa en su combate contra el integrismo?

Lo cierto es que no hay política alguna. Por tanto es impropio hablar de una estrategia europea cohesionada contra el radicalismo islamista, cada país emplea diferentes estrategias que son la consecuencia de su historia, su marco legal, su experiencia previa con el terrorismo y por la percepción que dispone de la amenaza. La UE desempeño hasta aquí un buen papel intentando coordinar esfuerzos, sin embargo, hay enormes diferencias en términos de políticas internas. Algunos países como Italia tienen una legislación dura que permite a las autoridades tomar medidas que serían inconcebibles en Francia o España contra las actividades terroristas.

En la mayoría de países europeos gran parte de individuos involucrados en actividades de inspiración yihadista son hijos -segunda y de tercera generación- de inmigrantes musulmanes, a ello hay que sumarle un número en ascenso de conversos y todas estas personas disponen de pasaportes comunitarios, por lo que un control responsable de fronteras es muy necesario. Pero los europeos estarían engañándose a si mismos si piensan que todo se trata de una amenaza externa o un problema de control fronterizo. La amenaza real para la Europa actual es interna y se manifiesta en esa “segunda y tercera generación de yihadistas de cosecha propia y con la que inexorablemente ya convive dentro de sus propias fronteras”.

Las autoridades europeas creen que la amenaza más sensible es la que proviene de células externas, ello no debe ser descartado, pero se equivocan tremendamente si creen que solo allí deben focalizar sus esfuerzos, ellos no deberían descuidar a ciudadanos titulares de pasaportes de la comunidad que se radicalizan en alguna ciudad europea y a continuación viajan a lugares como Pakistán, Somalia o Yemen; entrenan allí, obtienen formación y luego viajan de regreso a Europa utilizando sus pasaportes europeos legales con los que entran sin llamar la atención.

La realidad indica que el continente europeo tendrá que enfrentarse, tarde o temprano al aumento de su población musulmana como una cuestión central en relación con su identidad cultural, social y política. Ello traerá aparejada una tendencia que dará lugar a divisiones étnico-religiosas entre musulmanes y el resto de las religiones, esto es inevitable en el mediano plazo para Europa y equivale a revivir las antiguas divisiones que generaron conflictos en siglos pasados Es un tema sensible y debe ser abordado con responsabilidad si se quiere evitar males mayores.

Algunos comentaristas, académicos y dirigentes políticos han manifestado descreimiento sobre el terrorismo como un fenómeno superlativo y prefieren ubicarlo dentro de cuestiones reivindicativas. Esto es un gravísimo error de apreciación: la ideología del yihad global no es sino es la punta de un gran iceberg y la manifestación visible de un problema ideológico mucho más profundo, es una ideología puesta en acción cuyos criterios son absolutamente incompatibles con la democracia Occidental.

Hay indicios inequívocos de que los musulmanes jóvenes se niegan a ser parte integral de las sociedades modernas europeas precisamente porque en sus mezquitas se lo impiden y existen sobradas razones para decir que el islamismo tiene poco que ver con la democracia. Si este problema continúa, cuestiones culturales e idiosincrásicas así como las divisiones existentes entre la inmigración y la cultura europea no se corregirán.

Si la ideología que gana terreno es la yihadista será perjudicial para el futuro de la diversidad étnica y religiosa de las sociedades europeas. Muchos políticos, académicos y periodistas continúan estimulando la necesidad de imponer el modelo multicultural de integración que, en mayor o menor medida Europa aplico en los últimos treinta años. Estas personas sostienen que el multiculturalismo debe implicar el tratamiento de todos individuos por igual a pesar de las diferencias, eso suena razonable en cuanto los derechos de aquellos que observan sus obligaciones en las sociedades de acogida. Pero una gran mayoría de ciudadanos europeos creen que las conductas problemáticas nacen y se amplían desde el seno mismo de las comunidades musulmanas, y ello no porque la gran mayoría de los musulmanes lo desee o adhiera el radicalismo militante, sino por las presiones y el espacio ganado por radicales dentro de sus comunidades. Este pensamiento de los europeos no debe ser considerado racista ni islamófobo bajo ningún concepto pues tienen fundadas razones para pensar de esa manera, mas aun si nos remitimos a los sucesos de Londres y Toulouse, y debe ser visto en el marco de un paso necesario hacia la creación de sociedades cohesionadas y armoniosas.

Mayoritariamente los ciudadanos europeos consideran -con razón- que el deseo de defender y preservar su cultura no es signo de intolerancia o nacionalismo. Al mismo tiempo, los europeos deben hacer un esfuerzo por redefinir su concepto de ciudadanía. A diferencia de América, Australia y Canadá, no pocos países de Europa han sido capaces de desarrollar un sentido de ciudadanía separado de su identificación con factores seculares, étnicos o de sus creencias religiosas. Erróneamente cuestiones relacionadas al radicalismo islamista fueron ignoradas o minimizadas demasiado tiempo por la dirigencia europea. Tradicionalmente las izquierdas lo hicieron desde su discurso de la multiculturalidad. En tanto que la derecha se abstuvo de hacer frente al problema por ubicarse en posiciones edulcoradas de “centroderecha” o por temor a perder votantes musulmanes -por cierto un electorado cada vez mayor- que generalmente ha evitado en gran medida los partidos conservadores y de derechas. El resultado de esto ha sido negativo.

Proyectar y resolver lo que sucederá en los próximos años en esta materia requiere de un análisis profundo y de la puesta en práctica de políticas responsables y realistas. Pero evitar el debate sobre inmigración descontrolada, integración social, fundamentalismo y radicalización de cosecha propia no será una solución para las democracias europeas.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.