Cultura

Sidi Bou Said, el pueblo blanco y azul

 

Llegar desde Túnez a Sidi Bou Said cuesta quince minutos en el autobús. Hoy llevamos como guía a una guapa tunecina de ojos negros y sonrisa blanca. Nos han desembarcado del barco temprano porque por la tarde zarpamos camino de Malta y el orden minucioso conlleva madrugar.
En los años ochenta ya viajé hasta aquí, cuando Túnez se abría al turismo y las playas de Hammamet, Monastir y Sidi Bou Said eran un flujo constante de nórdicos hambrientos de sol y de españoles en busca de lo éxotico. Poco han cambiado los lugares desde entonces. Puede que las fotos sean más explícitas que mi literatura y el blanco es destello en cada esquina en las que a veces florecen los jazmines. Las puertas y ventanas son azules, como el cielo de esta parte de Africa y quizá los mosquitos sean los rechazados por el añil o azulete, tan usado en Aragón para estos menesteres.
Nos haríamos adictos al té con almendras si no hubiera más lugares para vivir aunque los que hemos tomado  esta mañana nos han quemado los dedos en la terraza del Café de las Delicias, espectacular mirador sobre el puerto, que se arrebuja en terrazas que descienden en calma hasta el mar. No tenemos tiempo de extasiarnos demasiado puesto que la casa de un rico comerciante nos espera. Esta mansión está abierta al público mediante la correspondiente entrada; supongo que de esta manera el buen hombre se hará más rico cada día aunque lo malo es que cuando esté en el baño pueden entrar los visitantes sin previo aviso. La visita demuestra el tipo de vida en las casas tradicionales y burguesas del país pero supongo que lo hacen para poner los dientes largos a los que llegamos hasta allí con prejuicios predeterminados. Valoro el mirador que ofrece la terraza sobre la ciudad, ya que es el punto más alto de la misma.
Por la calle Habib Thameur aparecen los puestos de venta con las mismas cosas que vimos en Túnez pero se agradece que el concepto de zoco sea lo opuesto a la experiencia sugerente del caos de oscuras callejuelas. Aquí el espacio es amplio y generoso, bañado por el sol que el mar suaviza. Mar que se despereza en la playa de la Mersa, bañada por las aguas del Golfo de Túnez y frecuentada por las clases altas. Pero es la sedación lumínica lo que nos mueve a recorrer las atemporales calles de su medina porque relajación es lo que se obtiene del paseo entre añiles y blancos como contrapunto al azul de nin de su horizonte. El sol es el barniz que realza la pintura.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.